En 2019 decidimos otorgar la Medalla Antonio Attolini al Arquitecto Chileno Smiljan Radic Clarke. Dicha medalla, instaurada en 2006 en el campus Sur de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Anáhuac México, se ha entregado a diversos arquitectos que con su vida y su obra inspiran a la formación de nuestros alumnos. Además de notables arquitectos mexicanos, internacionalmente la han recibido José Tomás Sanabria, de Venezuela, Álvaro Siza, de Portugal, Alberto Campo Baeza, de España, y recientemente Smiljan Radic, de Chile.
Todas las entregas de esta medalla integran historias memorables y recuerdos entrañables para nuestra Facultad, y la de Radic no fue la excepción, a pesar de tantos presagios en contra de un final feliz.
La ceremonia estaba prevista originalmente para noviembre de 2019 en CDMX -generalmente el galardonado es invitado a impartir una cátedra en la Facultad- pero el 18 de octubre de ese año se produjo el estallido social en Santiago de Chile, provocando una situación política delicada que impidió a Radic viajar a México. Reprogramamos todo para marzo de 2020, pero llegó la pandemia y con ella la cancelación de la vida universitaria presencial, incluyendo eventos y viajes. Se abrió una posibilidad de unir esfuerzos con el festival de Arquitectura y Ciudad Mextrópoli en septiembre de ese año, pero tampoco fue posible. En 2021 llegaron las vacunas, pero, aun así, esos tiempos de semáforos epidemiológicos y modelos híbridos tampoco favorecieron a la entrega de la medalla. Todavía habíamos programado una fecha propuesta por Radic para finales de marzo de 2022 que tampoco pudimos confirmar, y finalmente (gracias a la generosidad del galardonado – derivada de toda una disertación sobre los premios además de su obsequio de unos libros- y a mi mensaje de agradecimiento, en cierta manera afortunado) encontramos la oportunidad definitiva en el tiempo divino o de Kairós: semana del 14 al 19 de junio en Venecia, fechas providencialmente coincidentes con el primer Taller de Arquitectura y Ciudad / Florencia – verano 2022 que llevé a cabo del 13 de junio al 8 de julio. Acordamos el sábado 18 de junio a las 13:00 h, lunch en el Restaurante Paradiso en la entrada de la Bienal de Venecia. Mejor imposible.
Con la medalla, el diploma, 5 afortunados alumnos y mi familia, salimos de la estación central de Santa María Novella de Florencia (arquitectónicamente maravillosa, por cierto) en el tren de las 9:00 am rumbo a Venecia. Llegamos a las 11:00 am, y tomamos un taxi acuático a la Plaza de San Marcos. Ahí visitamos la galeria “Negozio Olivetti” de Carlo Scarpa, joya imperdible de la arquitectura, y emprendimos la caminata hacia la Bienal para llegar a las 12:55 h a la cita. A las 13:00 h llegó Smiljan con su mujer, la escultora y artista visual Marcela Correa; emoción total de todos.
Fue un evento, y un encuentro muy cercano, sumamente cordial.
Primero iniciamos contando la historia de la Medalla y platicamos sobre Attolini (Informamos oportunamente a la familia del arquitecto -a través de su nieta Valentina- lo que acontecía en Venecia). Radic reconocía con gran interés que, al igual que en Chile, en México había muchos arquitectos magníficos desconocidos en el resto del mundo. Después de anécdotas sobre el diseño de la medalla procedimos a la entrega con un protocolo muy distendido. Noté que Smiljan no se esperaba algo así, quizás por alguna timidez, y los comensales alrededor de nosotros preguntaban a los mesoneros que a quién homenajeábamos. Al colgarle la medalla todo el mundo nos aplaudió ahí, en un ambiente de festejo típico de Italia.
Acto seguido vino el lunch, que fue como una sesión de preguntas y respuestas de nuestros alumnos con él. Charlamos de diversos temas de nuestro mayor interés: desde el nuevo gobierno de Chile, la democracia y las consultas populares en arquitectura, hasta la escala de su oficina -habló de unos cinco colaboradores más diversidad de consultores-, y de su facilidad de trabajar con despachos internacionales, a propósito de proyectos en Londres o en Japón; también nos compartió con gran sencillez sus límites como arquitecto o el tipo de encargos que acepta. Percibí que ese lugar, esa mesa y ese número de personas constituían el entorno y la escala que a él le gustan para conversar. Se le veía cómodo, consciente también de su gusto por la vida eremítica, alejada de redes sociales, por ejemplo. Nos sorprendió su erudición sobre Italia, ya que vivió un tiempo en Venecia, en el que se dedicó a conocer…todo. Nos hizo recomendaciones formidables, por supuesto, apoyándose de algunos bocetos en su mantel.
Después de las pastas que casi todos comimos, su ensalada caprese y cafés espressos, por supuesto, nos despedimos, y emprendimos la visita a los pabellones de la Bienal, y a la muestra de arte que Marcela nos sugirió especial y afortunadamente. Fue el día que más pasos caminamos de todo el verano, pero uno que quedará indeleble en la historia de nuestra Facultad de Arquitectura.
Resumidamente con gratitud.
Jorge Vázquez del Mercado