Además de un gran padre y hombre de familia, mi papá fue un gran “PR” (Public Relations), y por lo mismo un gran cultivador de amistades. Era notable y notoriamente querido por sus amigos y conocidos. También fue un prominente publicista -de vocación, más que de formación propiamente-. Lo asocio en algo con el Don Draper de la magnífica serie de televisión Mad Men…Bueno. Él siempre me insistió en la importancia de las relaciones públicas para mi desarrollo profesional y desde que me hice arquitecto…mucho más: “…ustedes los arquitectos…¡procuren a sus (posibles) clientes, hombre!”, me “apuraba” muchas veces; pero por algún motivo simerpe pensé que en arquitectura no podía ser del todo así. Ahora bien, los papás “sabemos” que nuestros consejos siempre serán los mejores para nuestros hijos. Toma tiempo escuchar.
Hace no tanto (tiempo) le pregunté al Arq. Antonio Attolini Lack (uno de mi más admirados maestros y amigo entrañable, pese a nuestra diferencia de edad) cual era su posición en el tema de las relaciones públicas, y me respondió con el siguiente consejo: “No socialice con sus clientes”. Una postura antagónica a la de mi padre, ¿sería?. Attolini me explicaba que si socializas con tus clientes te expones a tener que hacer concesiones que comprometerán tu trabajo de alguna manera, resumidamente. Él fue un arquitecto muy reconocido y prolífico que termiaba incuestionablemente sus obras con excelencia y envidiable calidad.
Conocí al arquitecto venezolano Tomás José Sanabria hace casi 8 años; he escrito acerca de aquel encuentro en este espacio. En esa memorable ocasión, le pregunté lo mismo y me respondió más o menos: “para que el cliente respete al arquitecto, el arquitecto debe respetar a su cliente. Eso requiere de cierta formación “psicológica” de los arquitectos. Los estudiantes deberían llevar un propedéutico en Psicolgía antes de empezar la carrera de Arquitectura…”. Muy cierto, mejor imposible, pensé.
La arquitectura es un arte que precisa (¿casi?) inevitablemente de un cliente y sirve a un usuario. Unas veces el cliente es el usuario, otras no; en obra pública, más bien no. En cierta conferencia de Santiago Calatrava en el Palcio de Bellas Artes, (aquella en la que denunció que la famosa cúpula del Reichstag en Berlín de Norman Foster se la había copiado a él…) alguien le preguntó si había proyectado alguna casa. Me pareció una buena pregunta…(no conozco una casa de Calatrava, le admiro pero tampoco soy el gran fan…) a lo que Calatrava respondió que lo que ocurría era que el 90 y tantos porciento del trabajo de su oficina se obtenía por concursos, y que casi no había concursos de casas…”¿cuántos no quisiéramos ser como él?”, confieso que pensé…y ¿pues cómo le habría hecho para escalar tan alto entonces? ¿un genio? La respuesta se resume en pocas palabras: trabajo intenso, capacidad, talento, etc. Hoy Calatrava atraviesa por litigios y penalizaciones ocasionadas por desperfectos en algunas de sus obras. Eso da cuenta de que en un mundo profesional obtenido por concursos hay, además de derechos (a cobrar bien o a no dar concesiones, por ejemplo), obligaciones, pero eso ya es otra historia que amerita reflexión aparte sobre la urgente cultura de los concursos públicos.
Volviendo a las relaciones públicas y su efecto sobre el actual campo profesional de la arquitectura, (bien metaforizado en algún lugar del ciberespacio como “un océano de aguas en las que se podría separar el azúcar y la sal”), el tema introdujo desde hace pocos años una nueva forma de relación enre las relaciones públicas y las redes sociales; un fenómeno del mayor interés que desde esta perspectiva se presenta como un espejismo de cultivo de otras relaciones públicas como clientes potenciales solo por el hecho de estar presente todo el tiempo allí. LinkedIn sería –en ese caso- el oasis, por decirlo así.
En resúmen prefiero pensar que mi papá y Attolini se encontaron en el más allá, como Sócrates y Fedro en el “Eupalinos o el arquitecto” de Paul Valéry, para demostrar desde su experiencia que sus posiciones no necesariamente se contraponen sino que se pueden complementar radicalmente. El trabajo se debe obtener por ser bueno, no por ser social, pero si una vez obtenido el trabajo no se es socialmente hábil –digámoslo así- para llevarlo a buen fín, pues no sirve de mucho ser bueno, aunque allí no se agote el debate sobre la “utiliad” de lo social en arquitectura. Da para mucho más...
JVdM
uberblogged.com es un sitio dedicado a Comunicación, Periodismo, Social Media y Ciberculturas en el que encontré: “Social Media no es lo mismo que PR” aquí el interesante link
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