Con Perspectiva 08ago2012 / "Acapulco (I)"

Acapulco es, además de icónico puerto, centro turístico y desbordante desarrollo inmobiliario de la costa del Pacífico, una realidad –en lo geográfico una deslumbrante bahía- que puede verse reflexivamente más allá de su ingente problemática urbana o medio-ambiental. Desde su arquitectura y su gran “no arquitectura” –solo construcción- se ve con absoluta claridad que Acapulco son épocas, y por consiguiente memoria zonificada.

El Fuerte de San Diego es la única construcción que queda de la historia anterior al siglo XX consistente básicamente en una importante activad comercial-portuaria. La posición del Fuerte, o un antiguo asentamiento religioso franciscano dieron origen a la ciudad en la zona más protegida de la costa al nor-poniente de la bahía,.

Las épocas y memorias perceptibles en la actualidad se remontan a los años 30`s. con la primera sección del “Hotel Mirador” (Arq. Carlos Barnard) que constaba de doce cabañas colocadas sobre los acantilados en la zona de “La Quebrada”. Carlos Laso construyó en 1939 el Hotel La Marina (demolido) que ya presentaba una incipiente tipología moderna y racional. Uno de los edificios más antiguos (terminado en 1945, bien conservado y con cierto valor arquitectónico) que se puede ver hoy es el Hotel Oviedo, con una arquitectura semejante a la de las Lomas de Chapultepec o Polanco…

Independientemente del cómo se desarrolló la ciudad, llama particularmente la atención el fenómeno tipológico de la arquitectura de Acapulco. Los años 50’s fueron su gloria. El impulso que dio el presidente Miguel Alemán al lugar vino acompañado de la primera arquitectura de Acapulco con identidad propia. Mario Pani trabajó en la Planificación Regional de Acapulco desde 1951 después de haber realizado varias casas allí, el aeropuerto en 1951 también (demolido) o el Hotel Pozo del Rey en 1953 (demolido). En 1955 hizo el Club de Yates, y en 1957 el Condominio Los Cocos, todavía en pié, algo deteriorado pero más que rescatable. El Hotel Boca Chica del Arq. Antonio Peláez, recientemente rescatado por el Arq. Fernando Romero y muy bien renovado por los jóvenes arquitectos Frida Escobedo y José Rojas, condensa nostálgicamente esta época que recuerda sobre todo a la música de Juan García Esquivel y las películas de Mauricio Garcés.

En 1957 inició operaciones el Hotel Las Brisas, otra gloria de Acapulco en el extremo opuesto de la Bahía, originalmente con 30 “casitas con alberca y vista” (la urbanización había iniciado en 1953 como fraccionamiento residencial) del Arq. Jorge Madrigal Solchaga, que después se expandieron a más de 260. Las Brisas se convirtió en uno de los mejores hoteles del mundo por su concepto de paraíso privado con espléndido servicio que se sostiene gracias a los “jeeps blancos con rosa” que permiten que el hotel funcione con tal extensión territorial. Jorge Madrigal no es tan famoso quizás, pero buscando información para este texto, encuentro que tuvo una vida profesional prolífica principalmente en el “bello puerto”, y una producción que se instaló en la memoria colectiva claramente identificable con el “estilo Acapulco”.

En Las Brisas también y de esta época de finales de los 50´s se pueden ver aún un par de casas de Francisco Artigas –de sus mejores- que son un elogio del horizonte marino con vocabulario del Pedregal.

Líneas rectas que forman terrazas y muros con aplanados blancos, celosías que propician la ventilación, ventanas con persianas y cancelería de madera, muros de contención con la emblemática piedra-granito color beige del lugar, pérgolas más bien de aplanado, concretos pulidos con color integral en los pavimentos, o lajas, losas con ventiladores blancos, grandes aleros y esa fusión del interior exterior que incorpora la profusa vegetación tropical exaltando siempre las espectaculares vistas son formas que asociamos naturalmente con Acapulco. ¿A caso se perdió la brújula arquitectónica?

JVdM