Ahora en el verano abordamos un tema muy concreto que puede encontrar resonancia en esta temporada. Ayer di una charla sobre arquitectura para la niñez, invitado por la Universidad Tecnológica de México – campus Atizapán- en el marco de su 11º Foro Infantil Diseño Arquitectura y Arte. Comparto algunas reflexiones que se desprendieron de este interesante tema que por azares del destino me ha tocado desarrollar.
Primero la percepción, y en qué medida puede afectar el espacio arquitectónico a la vida y al desarrollo de los niños. Muchas teorías nos obligan a abordar el tema desde lo “agradable” a partir de formas, colores y texturas; es el común denominador.
En lo que toca al espacio interior, cuando vemos a un niño jugar o concentrarse en algo para trabajar, me doy cuenta que el valor de la arquitectura estaría más bien en que no hubiera distractores, en la tranquilidad; el juguete es mucho más protagónico que el cuarto en el que se juega…lo importante está en la actividad. El niño curioso puede contemplar el espacio por sí mismo, pero es más interesante la activad que se puede encontrar allí. El espacio exterior, por su parte, representa cierta invitación a descubrir “lo que hay dentro”. Puede resultar sumamente atractivo y nuevamente pensamos en formas, colores y texturas. De allí viene la memoria y el significado de las imágenes del lugar: la casa, la escuela, el centro comercial, también las calles y el espacio público. Caemos en la cuenta de que el tema de la niñez es fuertemente interdisciplinario. Veamos las tipologías desde “el cunero”: guardería infantil, centros de desarrollo infantil, la peluquería, museos infantiles, del niño o interactivos. Los arquitectos no aportamos más que la habitabilidad, en este caso para los niños, que habitan desde que nacen. El recién nacido no razona mucho los “colores pastel” de la maternidad del hospital o los colores de la habitación cuando llega a su casa, puede ser la ilusión del adulto quizás, pero todas las personas somos sensibles a la armonía. Este término, armonía, puede hacerse objetivo -no subjetivo- si lo entendemos como el resultado de algo: la relación de las partes entre sí, y de dichas partes con el todo: proporción. La escala (tamaño en relación con…) es algo que siempre asociamos con los niños; todos hemos regresado a algún lugar con la idea de que era mucho más grande...también el mobiliario, los pupitres los usaban los grandes y así la reflexión.
“KidZania”, una empresa cuyo producto en forma de parque temático bajo techo, es hacer jugar a los niños a ser adultos, usa un factor del 30% menor a la escala real, o sea la 1=1 para lograr su objetivo. Este género de arquitectura para los niños tuvo su origen glorioso en Disneylandia, con la fantasía y la ilusión como germen de una industria que ha derivado en una especialización de gran relevancia para la niñez.
Con una visión diferente a la de la tematización, el juego o el puro entretenimiento, Marinela Servitje y un equipo interdisciplinario sumamente bien consolidado en Papalote Museo del Niño, ahora constituido en la empresa “Siete Colores Ideas Interactivas”, ha promovido y desarrollado no pocos museos interactivos en diversos estados de la República, como estrategia para fortalecer la educación de nuestros niños en todos los niveles socioeconómicos.
De su cosecha y desde el conocimiento como guión museográfico, muy resumidamente, se han producido importantes piezas de arquitectura que han buscado ser casa de la ingente aspiración. Independientemente de los casos en los que he participado, (Puebla, Xalapa, Zacatecas o Durango) El Papalote (de Ricardo Legorreta), El Papagayo en Tabasco (de Abraham Zabludovsky), El Laberinto en Sn Luis Potosí (de Ricardo Legorreta), o próximamente el Papalote Verde en Monterrey, de Iñaki Echeverría, son sólo algunos ejemplos valiosos de esta tipología que aspira a distinguirnos internacionalmente. Agradeciendo la invitación a la UNITEC; les dejo un croquis.
JVdM