Con Perspectiva 28nov2012 / "Más concursos"

Cuando aparezca este texto, quizás ya se haya inaugurado el Memorial a las Víctimas civiles de la Violencia en México del Paseo de la Reforma, o quizás sea hoy, o mañana o el viernes inclusive, no lo podemos saber en este incómodo tiempo de transición sexenal. Habiendo participado en el polémico y detractado concurso convocado por las organizaciones Fundación Camino a Casa, Alto al Secuestro, y México SOS, con el apoyo del Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México y la Sociedad de Arquitectos Mexicanos CAM-SAM (y sin haber obtenido ni un “reintegro”), me atrevo a intentar una reflexión constructiva y objetiva sobre este caso, y sobre la urgencia de muchos más concursos de arquitectura, que es lo que interesa mayormente para el verdadero mejoramiento urbano y la convivencia social desde la habitabilidad.

De los diversos concursos en los que hemos participado, uno de los que tengo mejor recuerdo es el de un memorial para las víctimas del sida, en el Golden Gate Park de San Francisco (2005). Gran convocatoria, excelentes bases, jurado probado y calificado, tiempo suficiente, anonimato garantizado, y buenos premios. En estas condiciones lo natural era obtener un buen resultado. Un libro espléndidamente editado sobre la memoria de la competencia daba muestra de ello, y al ver la propuesta ganadora (que no la nuestra tampoco) solo daban ganas de felicitar al equipo triunfador: Un “memorial viviente” integrado por un “bosque incendiado” que iría reviviendo al paso del tiempo. La esperanza estaba representada por la posibilidad de que la vegetación –vida- renaciera de un paisaje devastado, y con el tiempo el memorial muerto revivía haciéndose “memoria emergente”… genial y sumamente evocador pero, ¿por qué no se construyó?, encuentro una explicación a primera vista. Un memorial se dedica a conmemorar algo que ya pasó (y que desearíamos que no volviera a pasar): una guerra, como el Memorial de los Veteranos de Vietnam en Washington (de Maya Lin), una tragedia, como el Memorial del Holocausto en Berlín (de Peter Eisenman, de los mejores para mi gusto), la pérdida inesperada de algún personaje público querido, como el de Lady Di en el Hyde Park de Londres (de Kathryn Gustafson), o los de Nueva York y Washington en referencia a los atentados del 11 de septiembre. Hay muchos, pero en el caso de las víctimas del sida o de la violencia en México, vemos que lo que se conmemoraría o se conmemorará, es algo que todavía no termina…, así en nuestro caso, si además agregamos que el concurso se convocó muy forzadamente y con riesgosas fallas como la de un jurado anónimo (¡eso nunca!) pues quedaba telegrafiado que cualquiera de los proyectos presentados a dicho concurso estaría destinado a la controversia, por decir lo menos.

Con todo, la convocatoria prosperó y el proyecto ganador proviene de un despacho con amplias credenciales profesionales, serio (Ricardo López Martín de Gaeta Springall Arquitectos). ¿Será esto suficiente? Veamos. El profesionalismo que seguramente imprimieron para cumplir con el encargo, más allá de conseguir la difícil expectativa conmemorativa y esperanzadora –eso se verá en el futuro- contribuiría sin duda al buen aprovechamiento del predio cedido por la Secretaría de la Defensa Nacional para este fin. Un espacio escultórico quizás para la convivencia reflexiva o introspectiva -si se quiere- que estaría muy bien si lo vemos como una oportunidad encontrada en las limitaciones. Es positivo. En este caso pues, si en arquitectura el “hubiera no existe”, entonces habremos obtenido un espacio de la calidad que garantiza un concurso de arquitectura, y si así fuere, entonces ¿porqué tan pocos concursos? Los concursos de arquitectura son directamente proporcionales a la calidad habitable de una ciudad más allá de la descalificación que solo desahoga en lo estéril. Obligan al análisis profundo, a la superación profesional como sistema de superación colectiva, y esto se traduce en un beneficio para la ciudadanía. Ante el sentido más crítico de la habitabilidad social, los concursos deben convertirse en la forma de producir calidad de vida, trabajo y oportunidad; por eso es urgente hacer más concursos.

JVdM