La arquitectura de Valle de Bravo, adaptada a una amplia diversidad de vistas espectaculares, es testimonio de su consolidación como refugio de vacación y de fin de semana. La gran oferta de actividades deportivas sumadas a la belleza natural del sitio, provocan cierta forma de habitar hacia el exterior: el pueblo, el lago, los campos de golf, o simplemente la espectacular naturaleza circundante, campo o bosque.
Tras los ejemplos precursores citados en la primera parte de este texto, aquí prosigo con una compacta revisión de algunas arquitecturas (siempre disculpando las inevitables omisiones) que se han fusionado a Valle de Bravo y sus alrededores desde distintas posturas tipológicas que me resultan propositivas.
José de Yturbe es un arquitecto que ha sido prolífico en Valle de Bravo desde los años 90´s; la Casa de los Cilindros, el Rancho Snta Rosa, varias casas en la zona de La Peña, o la Casa Club de Golf de Izar (2000), introdujeron una tipología de influencia “barraganiana” –aunque con tintes más vernáculos- con muros de color y techumbres de teja a base de gualdras y morillos soportados por columnas de madera, casi siempre redondas. Es una obra escenográfica quizás, pero de indiscutible calidad espacial. La obra se exalta a sí misma con sus detalles de subrayada mexicanidad.
En 1996, Alberto Kalach realiza una casa en tabique aparente con elementos en concreto igualmente aparente, en donde se percibe la horizontalidad – acentuada con placas pergoladas- como elogio del paisaje. Da la impresión de que el tiempo no hará más que embellecer la obra ejecutada con gran sensibilidad.
En 2003, Federico Gómez Crespo concluye el hotel Rodavento incorporando muy afortunadamente el discurso eco-turístico y de cuidado medioambiental con una arquitectura de ambición contemporánea que incorpora acero y velarias en contraste con muros de adobe y estructuras de madera. La casa AT terminada en 2007 por el mismo Gómez Crespo exulta pulimento desde la estrategia “densidad – levedad”. La piedra o el metal flotan integrándose al paisaje.
En 2004 Daniel Álvarez produce una casa habitación en Izar que se desmarcó deliberadamente de los comunes denominadores de Valle de Bravo, o de lo prefigurado por DeYturbe inclusive, explorando una tipología que de cierta manera resulta elegante por su exaltación al lugar. En ese miso tenor, pero con mayor esencialidad Bernardo Gómez Pimienta realiza la “Casa Negra” en La Peña terminada en 2007. En la misma zona destaca la casa “L” de Juan Pablo Serrano y Rafael Monjaraz quizás por lo “afortunadamente ajena” que resulta su propuesta arquitectónica.
Otra postura tipológica parte de los valores intrínsecos del lugar (de lo que hay) y es la que adopta un vocabulario propio –digamos de “esencialidad”-, estirando las posibilidades de detalle constructivo, de espacio, y las necesidades programáticas del usuario desde la tradición y la modernidad. Entre otras, además de la “Casa D-P” en La Peña, de Juan Doménech con un servidor, o de la “Casa PT-A” en el Centro de Valle de Bravo, obra del que escribe también, hay obras de gran calidad de arquitectos como José Antonio Gaxiola, Fernando de Haro o Jorge Covarrubias con Benjamín González Henze, entre otros. Las casas en la zona de Santa María, de Hierve Diseñería, materializan esta gran posibilidad de hacer bien con lo que hay. Y en esa búsqueda de la arquitectura esencial de Valle de Bravo encontré días pasados una obra del gran Arq. José Luis Benllure en el centro. Una casa de unos 40 años de edad, imperceptible desde el exterior pero con atributos espaciales y de distribución de calidad legibles todavía para un servidor. La anécdota de la pintura que hizo sobre la chimenea a los pocos días de acabar la obra es tan memorable como la pintura en sí. Unas líneas que dibujan un sol con unas palomas que te recuerdan estar en un lugar especial. Gracias por la invitación!
JVdM