Al inicio de la carrera profesional de cualquier arquitecto, casi siempre se presenta el novedoso primer trago de la “Licencia de Construcción”. Personalmente saqué dos o tres licencias, las primeras y no más; pronto me di cuenta que –por lo menos desde mi entonces incipiente práctica profesional- no servía de mucho (nada) buscar la excelencia frente al mostrador o la ventanilla única. Denunciamos abusos, corrupción, pero la lección aprendida fue que no movimos ni un granito de arena que mejorara en algo la realidad inframundana de las oficinas de licencias de aquel entonces (tanto en municipios cómo en el DF) . Existen los gestores y la “tramitología” o “permisología”, claro. Y con la filosofía de “zapatero a tus zapatos” nos adaptamos a nuestro contexto laboral por inercia.
Un estimado vecino y colega, DRO (Director Responsable de Obra) y ex funcionario de una delegación me explica el caso de los reportes de los luminarios apagados, por ejemplo. “Alguien reporta que una lámpara no prende, unos inspectores revisan, el Jefe de la Unidad pide el repuesto, se lo dan, pero resulta que el luminario reportado no estaba realmente fundido…y se guardan los repuestos que se venden al proveedor que podrá ganar a su vez una licitación con precios bajísimos, y así la delegación acaba pagando lo que no le tocaba, y el fabricante enfrenta una competencia imposible…y así la historia se repite en todos los renglones del ámbito delegacional…la corrupción grande es la corrupción hormiga…que funciona de la Z a la A”…
Pero el desconocimiento de lo que ocurre en una delegación, que es un tema que ciertamente requiere concientización urgente, poco tiene que ver con el conocimiento del Reglamento de Construcción o de lo que se sí se pone en juego cada vez que levantamos una obra, amén de los intereses económicos que pueda representar esa obra.
La figura del Director Responsable de Obra existe desde el terremoto del 85. ¿Cuál es su función? Muchos arquitectos pensamos que son un requisito más para obtener una licencia de obra, pero la reflexión aquí va en el sentido de dos principios básicos de nuestra actividad profesional: responsabilidad (de responder) y confianza (de que las cosas están bien proyectadas y construidas).
Antes, si algo fallaba en las obras públicas o de cierta escala, no era responsable ni el arquitecto, ni el ingeniero porque quizás el constructor no había ejecutado bien, o ejecutó bien algo mal diseñado. El arquitecto era un “todólogo”, pero hoy por hoy ya no puede ser un experto en todas las consultorías que intervienen en una obra. Los arquitectos coordinamos ciertas ingenierías que se han convertido ya en “corresponsabilidades” que firman dichos consultores en los planos que les corresponden dentro de los proyectos ejecutivos que nosotros “firmamos” en lo que respecta a los créditos y a la autoría del diseño arquitectónico. Ahora el nuevo todólogo es el DRO que revisa y firma en cuanto responsable todos los planos de nuestros proyectos, como coordinador de las “corresponsabilidades” citadas arriba. Por otra parte, la figura del DRO es controvertida y polémica porque si bien asume responsabilidad, todavía resulta muy difícil aplicarle una ley que está llena de recovecos e infinidad de interpretaciones…su prestigio además se ha deteriorado con la aparición del “firmón”, que es el DRO que cobra más barato por no hacer nada más que firmar…sin ir a la obra siquiera: un Director “Irresponsable” de Obra.
Para ser un DRO hay que cursar un diplomado que se imparte en alguno de los Colegios de Arquitectos o Ingnieros que agrupan a profesionales de la construcción; el pasado jueves 11 del presente se congregaron más de mil en el Edificio de Gobierno del DF en el Zócalo para la presentación de ciertas modificaciones al Reglamento en relación a sus servicios y su cobro. “La idea es terminar con los DRO´s firmones...” ¿Un arquitecto puede tener la vocación de DRO? Seguramente, considerando que la parte propositiva e interesante del tema está en el principio fundamental de la confianza (de lo bien proyectado y construido), que siempre deriva en responsabilidad profesional.
Para las universidades certificar a sus escuelas, por ejemplo, puede representar simplemente un trámite largo y obligatorio si no se entiende la oportunidad como una metodología para determinar en donde se puede mejorar, o qué puede faltar para ser verdaderamente competitiva. Sirva la analogía para comprender que un DRO serio, podría contribuir a la superación profesional de los arquitectos mediante un mayor control y consciencia de nuestros proyectos, independientemente de los inevitables aspectos pseudo legales implícitos en cualquier edificación.
JVdM