En Av.Luis Cabrera se van cerrando los espacios entre las ballenas del segundo piso de la Supervía Poniente, y veo las horas que le quedan a un bello pirúl, o cómo se apachurran algunos cipreses debajo. “Una pena, solo árboles”, pensarán algunos. Del proyecto de la Supervía Poniente recuerdo dos momentos relevantes personalmente. El primero cuando buscaron mi opinión sobre el proyecto (cómo director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Anáhuac del Sur) ciertas autoridades del gobierno del DF (recordemos que los vecinos de Luis Cabrera se movilizaron no poco para evitar la obra), y el segundo cuando conocí el proyecto en otra ocasión en calidad de vecino de San Jerónimo. Mi opinión fue, y sigue siendo que ésta monumental obra es un “mal necesario”. Consciente de que la Supervía nos beneficiará, y del gran ahorro de tiempo que supondrá a los automovilistas, opiné que yo sí haría la obra pero que a la hora de inaugurarla le sustraería uno o dos carriles para cederlos al trasporte público, un metrobús. Me dijeron que estaba previsto un buen sistema de trasporte urbano pero tengo algunas dudas todavía…espero que por desinformación. Cuando fui invitado como vecino a un restaurante de Av. San Jerónimo a ver cierta presentación del proyecto (hace año y medio aprox.), quedé muy bien impresionado del profesionalismo y del grado de detalle que tenía el proyecto. Advertí que para tener el proyecto a ese nivel de detalle, necesariamente tenía demasiado tiempo atrás, horas de trabajo, años, digamos. En fin, ya casi queda listo…allí. ¿Se trata de una obra de urbanismo, o de ingeniería o de infraestructura vial? Quizás. No la puedo definir muy bien. Cierta analogía reciente decía que un segundo piso era como comprar ropa más grande después de engordar. ¿Un mal necesario? ¿No se puede adelgazar mejor? Sería lo deseable, obviamente, ¿cómo? Sólo con buenos estímulos, ¿qué tal premiar al que prescinda del automóvil o a quien se mueva en bicicleta porque trabaja cerca de su casa? utópico todavía pero por algún lado tendríamos que empezar.
El gran arquitecto Luis Kahan dijo en una famosa conferencia en el Politécnico de Milán que la arquitectura no existe, que lo que hay son obras arquitectónicas; quizás no tan de acuerdo con él, al trasportar el silogismo al urbanismo, diríamos que éste no existe, y que lo que hay son obras de urbanismo o de diseño urbano, o de arquitectura de paisaje, si se quiere. Entonces si el arquitecto es un experto del espacio habitable, ¿es el urbanista un experto del espacio público –también habitable- o de la ciudad?; resulta difícil conformarse con que sólo se trata de un cambio de tamaño, o que hay expertos según la escala, porque el arquitecto es, además, una persona instruida en aspectos formales, artísticos o estéticos, que no se ven en segundos pisos del periférico ni en obras de infraestructura necesariamente. En ese sentido y llevando la reflexión más lejos, habría que buscar hombres –que no nombres- (los arquitectos estamos acostumbrados a pensar en autores) que han determinado la fisionomía de la Ciudad de México (o de cualquier otra) por lo menos en el S.XX, además de los regentes y los jefes de gobierno; es imposible entender a la ciudad como una obra de autor (salvo alguna que otra Brasilia, claro). Si bien existen colonias o urbanizaciones de autor como Ciudad Satélite de Mario Pani, o el Pedregal de San Ángel de Luis Barragán, o la Colonia Hipódromo - Condesa del Arq. José Luis Cuevas, por citar sólo algunas, la ciudad hoy, en cuanto a sus necesidades de habitabilidad – expertise del arquitecto-, ya no se puede entender como campo de acción exclusivo de una sola disciplina, menos de una sola persona. Al tenor de lo dicho arriba, entonces, el urbanista sería un “colectivo” interdisciplinario al servicio de la sociedad que habita, y prescindir del arquitecto en ese colectivo se antoja un despropósito.
Un buen deseo para el próximo año, en un tiempo que parece “anteproyecto” de País, donde la importancia al medio ambiente todavía no pinta lo suficiente (por lo menos en lo que toca al Pacto por México), sería “cuatriplicar” esfuerzos para reposicionar a la habitabilidad como una cualidad sustantiva que permita a los gobiernos cumplir verdaderamente sus metas de mejoramiento urbano, y de calidad de vida para México. Sí se puede. Hasta aquí el 2012, con mis mejores deseos para el 2013. Regreso en enero.
JVdM