El “estudio de caso” es un método pedagógico (de enseñanza o de aprendizaje), que aplica muy bien para adquirir conocimiento (o adiestramiento) a partir de los resultados de dicho estudio, hablando desde la experiencia en la Dirección de la Escuela de Arquitectura y sus talleres de proyectos. Aunque en arquitectura el “estudio de caso” es el día a día de la vida académica y profesional (lo más natural y cotidiano para el arquitecto es hacer proyectos o “estudios de caso”), el término tiene su origen en el campo de la medicina y la psicología como instrumento de investigación, y es muy utilizado en las ciencias sociales como método de evaluación cualitativa…En Arquitectura (gravemente cualitativa), el estudio de caso reafirma que nuestra disciplina es una pseudo-ciencia porque los resultados en la práctica profesional científicamente son flexibles, no siempre fáciles de demostrar…pero aún así medibles en muchos casos. El espacio y el tiempo sí se miden, son dimensiones que nos permitirían hablar de arquitectura cuantitativamente. Aunque sea relativamente.
Esta idea del estudio de caso (me) surge de una carta de los vecinos de San Jerónimo que recolecta firmas para que no supriman el retorno de la “Ex Plaza de las Quinceañeras” en la ahora techada Av. Luis Cabrera, y se asocia con el impulso prefigurador de una urgente Ley de Proyecto Público: la idea, acaso la primera que motiva la creación de dicha ley, es la de que los proyectos públicos se concursen…¿incluyendo plazas, calles, banquetas, cruces, puentes y pasos peatonales “menores”?¿Los arquitectos debiéramos hacer todos esos proyectos públicos?¿Es ese nuestro reclamo? Veamos.
Por allí ya aparece el “render” que más o menos esboza cierto mejoramiento urbano en Luis Cabrera, pero, nuevamente se antoja muy difícil llegar con un diseño de espacio público y mostrárselo a un grupo de vecinos que no veremos más allá del inminente peligro de que nos cierren el retorno hacia el Periférico; alguien hace el diseño, quizás cualificado, pero tiene que someterlo al consenso ciudadano y así eternamente la discusión de la democratización de la ciudad. ¿Hasta dónde se puede? Si ya votaste por el candidato ¿ahora hay que confiar? En realidad, sí, pero no me quedo satisfecho porque ¿quién responde por un diseño que va a durar más tiempo que el del candidato? ¿”y si no funciona”?
El cruce o el retorno -que por supuesto tendrían que estar muy bien diseñados y construidos por norma- son “detalles” si los vemos desde el punto de vista del plan maestro de la Supervía Poniente, en este ejemplo particular que seguramente previó todas las soluciones de estos “intersticios” específicos, quiero pensar.
El tamaño de la ciudad, en contraste con el número ingente de intersticios entendidos como posibilidades de mejoramiento urbano y del medio ambiente, es inabarcable y obliga a introducir el término “estrategia”; desde la perspectiva parcial de la arquitectura (porque debe ser altamente interdisciplinaria), y dicha estrategia se llamaría –léase como propuesta- “Estudios de Caso” que precisa urgentemente la participación de las escuelas de arquitectura como articuladoras de la vinculación del Gobierno con las Universidades. Si bien la actual Ley de Obras Públicas contempla a las instituciones académicas para la adjudicación directa de proyectos públicos, una nueva ley podría introducir la obligatoriedad de la participación académica en las decisiones de planeación a partir de estos Estudios de Caso, que antecediendo a los proyectos públicos, destilarían -por decirlo así- los concursos a los que apelamos los arquitectos. La propuesta tendrá muchas aristas, como por ejemplo la fragmentación de la ciudad entre las escuelas de arquitectura (hay muchas ¿no?), pero si la palabra “caso” es muy amplia y el concepto “ley” lo entendemos todavía como “sugerencia”, es tiempo de irle dando forma al rescate del espacio público. La academia puede ser una garantía, una vacuna contra el síndrome del sexenio, y los votos o las firmas otra forma de medición de la habitabilidad, por qué no.
JVdM