Terminaba mi columna la semana pasada: “…una buena posibilidad (refiriéndome a la Bienal de Arquitectura de Venecia) que debería ser de gran interés para México”…. La contestación del INBA a la carta de “proyectopublico.org” es un cortés acuse de recibo que por lo menos deja abierta la expectativa de cierta convocatoria transparente y bien organizada que debió haberse dado varios meses atrás y a la que tendríamos -o tendremos- que atender los arquitectos (Bienal de Arquitectura) a marchas algo forzadas, algo, porque habrá que ver el alcance y la expectativa de nuestra participación, desde la curaduría y los guiones temáticos hasta la exhibición en sí misma; es de suponer que alguien ya se lo habrá preguntado y que el Colegio de Arquitectos o la Federación de Colegios de Arquitectos de la República Mexicana serían el vínculo correspondiente para articular o gestionar esta convocatoria. Mi padre decía: “si en la casa x a la señora de x no le gustan los frijoles, en esa casa no habrán buenos frijoles!”. Si trasladamos la máxima a la (bienal de) arquitectura, pasa algo así como que a todo el mundo le llama la atención pero el tema no es de mayor interés, no está en la agenda vaya, de las reformas educativas, energéticas o hacendarias. Pura percepción esperando estar equivocado. La reflexión me lleva recurrentemente a un escenario en el que la cultura y las artes siguen teniendo un lugar accesorio, secundario en la agenda nacional.
La noticia de Tokio como ciudad olímpica ganadora para el año 2020 atrae la atención por diversos motivos que no son muy ajenos a lo anterior.
El supuesto trinomio “antidoping - honestidad social- fondos suficientes” que determinaron en cierta medida la votación a favor de la capital nipona, destaca por la importancia que cobran los valores humanos –antidoping y honestidad social- en una decisión de este calibre. El tema económico por su parte, indicó que se tuvo muy presente la amarga experiencia de Atenas 2004. Desde la arquitectura y el urbanismo es un lugar común pensar que una olimpiada es lo mejor que le puede pasar a una ciudad –el caso de la favorita Madrid, por tercera vez eliminada- pero obviamente el proceso de selección va mucho más allá de a cual ciudad o país le vendría mejor la olimpiada. Tokio ya fue sede olímpica en 1964, y dejó un rico patrimonio arquitectónico, principalmente de Kenzo Tange (primer Premio Pritzker japonés en 1987), autor del famosísimo conjunto de las dos “arenas olímpicas”, proyectadas en 1960 y concluidas en el otoño de 1964. Ya en 1960 Tange había publicado un plan para la reordenación y la ampliación de la capital japonesa, que tuvo por vez primera una visión para una ciudad de más de 10 millones de habitantes…Si bien los grandes retos para Tokio 2020 hoy tienen que ver más con la recuperación del terremoto-tsunami del 2011, y con todo lo que esto significa (el delicado tema de la crisis nuclear en Fukushima), la perspectiva urbana –léase movilidad principalmente- representará toda una apuesta en definitiva. “Tokio, a poco más de 200 kilómetros de la accidentada central nuclear, se prepara ya para albergar unos Juegos que se celebrarán junto al mar y que serán ultra compactos” reza la noticia de CNN.
Además de Kenzo Tange, Japón tiene 4 premios Pritzker más: Fumihiko Maki en 1993, Tadao Ando en 1995, Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa en 2010 y Toyo Ito en el actual 2013 (y muchos más candidatos más que merecedores, para mi gusto), lo que me predispone a pensar que si el país se ha destacado los últimos años, por no decir siempre cómo superpotencia en arquitectura, el futuro de Tokio no podría ser más que muy promisorio, amén de la experiencia acumulada en los juegos olímpicos de invierno de Sapporo de 1972 y los de Nagano de 1998. Felicidades Tokio.
JVdM