Con Perspectiva 29may2013 / "Honestidad académica y ética profesional"

Esta semana concluyó el semestre académico enero–mayo en la mayoría de las escuelas de Arquitectura y aprovechando la semana de exámenes y el tiempo de entregas finales que terminaron en nuestro caso el pasado lunes, dejo una reflexión sobre temas que típica y particularmente florecen en estas temporadas: “honestidad académica y ética profesional”. Sirva el texto como mensaje de buenos deseos para los alumnos que terminaron exitosamente la licenciatura de arquitectura.

Al igual que la de un banquero o la de un político, la honestidad de un estudiante, de un profesor o de cualquier profesionista  no es ninguna virtud o mérito loable: es lo menos que se puede esperar de alguien al que le dejas tu dinero o de alguien por quien votaste para que nos gobierne, es lo mínimo presentar exámenes con exigencia académica, o que quienes enseñan evalúen objetivamente si las metas de equis o ye curso académico se cumplieron o no. No hay mérito allí, es lo menos que uno espera. Ahora bien.

El Arq. Antonio Attolini Lack me decía: “después del gobierno, en donde más se puede robar es en la construcción” (Attolini fue un arquitecto que proyectó y construyó todas sus obras con un índice altísimo de calidad y de clientes felices y eternamente agradecidos), y así es, vivimos en un país aquejado gravemente por la corrupción. En diciembre de 2012 ocupábamos el lugar 105 de 176 clasificados y el 22 de 31 países evaluados en América, y… ¿aquí nos tocó vivir? ¿Así no más? Tratando de evitar diatribas moralinas y los callejones sin salida contenidos en la pregunta ya respondida por Cristina Pacheco –aquí nos toco vivir- es mejor estar advertido de que la corrupción se puede reducir –no creo que eliminar- en buena medida. El otro día un amigo decía que la “propina” era una especie de forma doméstica de corrupción: “no le des propina y a ver cómo te va la próxima (si es que hay próxima)”. Su percepción puede ser afortunada porque incorpora además cierta “consecuencia peligrosa”, que es otro tema derivado de la corrupción: el de la falta de consecuencias…En cualquier caso no existe la “ausencia de corrupción”. Los primeros lugares -en una escala de cero (percepción de muy corrupto) a cien (percepción de ausencia de corrupción)- ocupados por Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda tienen 90 puntos sobre 100, y Canadá tiene 84 siendo el más alto de América. Al hablar de reducir se produce una reacción de movimiento hacia una mejor dirección: por lo menos que las cadenas de corrupción no inicien con uno mismo. “Sus documentos jefe”, aplica tanto para la construcción como para la policía de tránsito (allí la corrupción empieza en uno mismo). Estar al corriente ayuda mucho, es lo menos, aunque no siempre sea posible, pero hay otra forma de movimiento muy útil e incipiente quizás gracias a las redes sociales que es la cultura de denuncia. Habría que denunciar siempre, pero todavía no lo hacemos por miles de causas, la primera acaso sea porque pensamos que no sirve de nada, y, ¿no es peor no hacer nada? Cuando pegan en alguna obra sellos de CLAUSURADO, por ejemplo, los sellos exultan que allí hubo una crisis de corrupción, “se necesitan dos” pensamos: incumplió con el reglamento o con el pase de charola, “si tiene para construir tendrá para pagar”, ¿hasta cuándo? ¿Por qué no los dejan trabajar? ¿Por qué los dejaron iniciar? ¿Porqué no derriban entonces?...

El pasado 18 del presente salió publicado en el diario El País una entrevista a la catedrática Adela Cortina titulada “Competir o convivir”, a propósito de su nuevo libro “Para qué sirve realmente la Ética” (Paidós). El valioso contenido de la entrevista (…”La educación no puede consistir en formar personas competitivas, sino en educar ciudadanos justos”…) ayuda para reflexionar sobre el estado de las cosas alrededor de la Arquitectura mencionadas arriba, además de que el citado libro presupone mucha sustancia para “codificar” en cierto sentido nuestra práctica profesional: un tweet reciente con una fotografía aparatosa de una construcción que se vino abajo matando a sus habitantes invitaba a proponer un “Juramento Hipocrático” para la arquitectura. Cuando hay que decir adiós a los alumnos que egresan de la escuela, (me) resulta urgente transmitírselos, pero no existe aún.

JVdM