La investigación científica en Arquitectura es una actividad más bien desconocida para muchos arquitectos. Generalmente hemos sido formados para hacer proyectos arquitectónicos y resolver problemas de habitabilidad o de espacio físico. Asumiendo tal formación o perfil, confundimos los estudios preliminares, metodologías o análisis de nuestros proyectos (en tanto servicios profesionales) con la Investigación, sobre todo porque ambos conceptos coinciden en la recopilación de datos o de información, aunque no tengan mucho que ver. Dicha investigación científica, en teoría y en general resultaría muy aburrida para el modelo de arquitecto que diseña y/o construye exclusivamente, aunque todo el tiempo y sin darnos cuenta quizás, utilizamos en nuestra práctica profesional los productos de la Investigación Científica, con mayúsculas.
En los estudios del Doctorado en Ingeniería que cursé en la Universidad Anáhuac México Sur, me topé en reiteradas ocasiones con ese problema de formación o de perspectiva. Los temas que me interesaban para desarrollar una tesis, o un protocolo de tesis doctoral eran proyectos y no investigaciones.
La investigación científica tiene que ver con el gran “perímetro de conocimiento”, me explica vehementemente el Dr. Julián Santoyo, profesor, investigador y nuevo coordinador del Centro de Investigación en Arquitectura de nuestra Escuela, en una nutrida charla que tuvimos ayer. “Este perímetro tiene una frontera, y la humanidad necesita personas que trabajen en “abollar” esa frontera, o que lo hagan fuera de dicho límite, inclusive. Es lo que se entiende como generación de conocimiento; para investigar en cualquier tema no se necesita de tanto, en algunos casos quizás, pero sí de un método, ineludiblemente.” Aquí surgen primeras grandes preguntas: ¿Quién paga el conocimiento o la Investigación? o bien ¿Quién financia los productos de la Investigación, léase publicaciones indexadas en nuestro caso, por no hablar de grandísimos descubrimientos, por ejemplo?
Responder a tales preguntas precisa conocer algunas prerrogativas básicas en primera instancia:
“Cualquier investigación debe estudiar la realidad” sentencia Julián con apasionamiento nuevamente. Aunque Enrique Jardiel Poncela afirmó que la palabra “realidad” siempre debe escribirse entre comillas, con agudeza pasmosa, inmediatamente se cuestiona si el proyecto arquitectónico, en nuestro caso, no es una realidad. “Es una hipótesis, la realidad se da cuando está construido tal proyecto y el usuario puede comprobar si lo que se proyectó era lo que se esperaba o no”.
La validez de la investigación por otra parte, está en “la publicación”, que nos regresa a la pregunta de cómo se paga o en donde se produce: en los Centros de Investigación, ya sean públicos o privados. No solo las Universidades promueven la generación de conocimiento, también lo hacen compañías multinacionales con centros de investigación propios como Google, o la Agencia NASA, empresas transnacionales, centros médicos u hospitales. Al reflexionar o sobrevolar sobre la ingente actividad de la Investigación, se descubre un universo que se puede visitar en “browsers” o bases de datos como Scimago, Clarivate, Elsevier, Scopus, Ebsco o WOScience, empresas que a su vez se dedican a “indexar”, clasificar y calificar los “impactos” de las investigaciones a nivel mundial. Es decir ¿qué tanto se lee la publicación, qué tanto se cita, o qué tanto influye en el conocimiento global? Existe un “factor de impacto” y diversos, muchos, indicadores o índices de la producción científica. Muy resumidamente aquí, las publicaciones indexadas serán aquellas que cumplan con requisitos muy específicos y rigurosos: “un artículo indexado puede tomar a un investigador 7,8 o 9 meses en promedio, pero uno que “abolle” verdaderamente la frontera de conocimiento puede tomar años”.
Como en todo, hay grados tanto para los documentos de investigación como para los investigadores. En México, el Conacyt (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) es el organismo público que promueve “el desarrollo de la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación a fin de impulsar la modernización tecnológica del país”. Allí se encuentra el Manual del Sistema de Clasificación de Revistas Mexicanas de Ciencia y Tecnología CMRCYT, con todo lo referente a esa materia, o bien todo lo referente al Sistema Nacional de investigadores SNI.
En un contexto cotidiano que alterna la vida académica con la práctica profesional independiente como en nuestro caso, resulta imprescindible gestionar, digamos, la relación que se puede dar en ambas actividades. Tal relación se podría identificar con el término “vinculación”, que consiste en llevar datos “reales”, difíciles de obtener, a las personas que toman o tomamos decisiones, en principio.
JVdM
P.D.
Con agradecimiento por la charla de apoyo para este texto, felicitaciones con buenos deseos al Dr. Julián Santoyo García Galiano en esta nueva etapa como coordinador de nuestro Centro de Investigación en Arquitectura de la Universidad Anáhuac México. Enhorabuena