El gusto es una reacción o respuesta en un concepto muchísimo más amplio que el de las papilas gustativas o la capacidad de detectar sabores. El gusto trasciende a todos los sentidos (en tal caso); me gusta lo que veo, lo que huelo, lo que oigo, lo que toco, y lo que pruebo en tanto a sustancias o alimentos. No es poca cosa para quienes nos dedicamos a la arquitectura, vivimos en torno, o para, todo lo que nos gusta y nos disgusta, ¿cómo? En el sentido de abordar un tema tan amplio, complejo o interesante, el “primer gusto” al que me referiré (acaso por el inicio de cursos que se avecina para la Escuela de Arquitectura) podría ser aquel que alude a la vocación, como “llamado”. Decido dedicar mi vida a lo que me gusta; forma de vida, aunque en arquitectura el “gusto”, aquí entre comillas, también sea una de las mayores expectativas. La gente espera la satisfacción a sus necesidades de espacio en gran medida con la belleza o lo bello en juego. Hay una ineludible propuesta estética en la solución a cualquier problema de espacio habitable, y en muchos casos de la vida cotidiana, todo se reduce a “me gusta o no me gusta”. El gusto en esa dimensión híper subjetiva, revela información: si (le) gusta o disgusta “será por algo”, y en consecuencia se puede advertir que, en gran medida (a excepción de la atracción física o biológica) el gusto es conocimiento.
El diccionario de la lengua española de la Real Academia de la Lengua, enumera doce definiciones de la palabra gusto; solo las dos primeras aluden al sentido corporal o al sabor. El concepto, como se avizora en el primer párrafo arriba alude a lo que Wikipedia diferencia debajo del encabezado Gusto: Para otros usos de este término, véase gusto artístico. Allí aparecen conceptos mucho más interesantes como bellas artes, artes visuales, oído para la música, o “sinestesia” (… presente en algunos artistas, notablemente Kandinsky).
“La sinestesia es un término que describe la habilidad de percibir con frecuencia y de manera involuntaria correspondencias entre tonos de color, tonos de sonidos e intensidades de los sabores o colores. La sinestesia es, en definitiva, la experimentación de dos sentidos que funcionan mezclándose entre ellos”. El descubrimiento de esta condición o variación no patológica de la percepción humana, puede adoptarse como término aspiracional y operacional de la arquitectura, cuando menos en nuestro caso, en tanto un sistema creado de correspondencias que responderán a diversos programas arquitectónicos y emocionales. Así, Álvaro Siza, por ejemplo, habla de hacer primero las normas para después romperlas, deliberadamente, a sabiendas, con conocimiento. Tal sistema de correspondencias se refiere a un orden.
Orden alude a la manera de estar colocadas las cosas o las personas en el espacio, o de sucederse los hechos en el tiempo, según un determinado criterio o una determinada norma. El diccionario de la RAE enumera veintiuna definiciones. Me interesa especialmente cómo el concepto “orden” incorpora espacio, tiempo y correspondencia o disposición. “Lo que corresponde” alude por igual tanto al conocimiento como a la voluntad. “La ventana es del tamaño y está en el lugar que le corresponde”, tanto por la vista que ofrece como por su orientación o porque permite la ventilación. Después vendrá la reacción: “¡qué bonita ventana!”, o algo así. Y en ese “orden” (o disposición) de ideas, el orden supremo (léase como un concepto matemático) se reduciría a lo “que corresponde”. Lo que corresponde alude a todo o a Todo, y en tan ambiciosa búsqueda de la explicación del gusto y la correspondencia, a cada rato se manifiesta el tacto, pero nuevamente, no en el sentido de la dermis o la hipo dermis que conectan piel con cerebro, sino en términos de Sensibilidad. El diccionario de la RAE, ya para finalizar, enumera cinco definiciones de tacto, y allí encuentro -en la cuatro- más o menos a lo que me refiero: “prudencia para proceder en un asunto delicado”. Se trata de la sensibilidad que percibe la belleza, sí, pero en cuanto a la correspondencia o tacto con el que respondemos a las necesidades de espacio habitable (decoro, accesibilidad, economía, sostenibilidad o respeto) planteadas en cada oportunidad de diseño. Tales oportunidades –unas que se atrapan- importan mucho, volviendo a lo que toca a la disposición u orden en el tiempo, pero al tiempo de Kairos o “tiempo divino”; se trata del sentido de la oportunidad que se transformaría en esa emoción que produce la Arquitectura.
JVdM