Con Perspectiva 25abr2012 / "Museos (II)"

Además de la responsabilidad y de la posibilidad de hacer ciudad de los museos, estos constituyen en sí mismos una oportunidad espacial-especial de diseño arquitectónico por otros motivos. Josep María Montaner, en su texto de Arquine 57, define qué es lo que hace al museo contemporáneo diferente de los clásicos: su forma, su relación con el público, su relación con la ciudad (que ya analizamos), y cierta condición de anti-museo. Montaner afirma con muy cierta lógica que la forma de los museos ha cambiado debido a la evolución del programa arquitectónico; hoy son otras necesidades. Así mismo la relación del museo con el público, para mí la más importante de todas, se identifica con la exceptiva de un visitante cada vez más activo y sediento de aprendizaje y de experiencias didácticas distintas. El museo se ha convertido en un lugar de alto impacto social, no solo una extensión de la escuela, derivando en algunos casos en el citado anti-museo, que alude a un carácter versátil e inusual de algunos centros de arte, por la libertad que presuponen en sus recorridos y exposiciones. El Guggenheim de Nueva York (Frank Lloyd Wright) sería un precursor de esta tipología sin duda.

En cuanto a la forma que se deriva del uso, reflexiono en dos ejemplos, uno proyecto y el otro construido:

En el concurso convocado en 2002 por el gobierno de Egipto para proyectar el Gran Museo Egipcio (ganado por Heneghan-Peng), las bases (unas de las mejores que haya visto) pedían una ingente serie de espacios complejos y diversos –para albergar y mostrar toda su cultura- que era imposible solucionar “en planta”. En este tipo de museos, empatar los recorridos de una forma temática y/o cronológica a la vez, ya implica un serio problema espacial-especial: el “diagrama” o el “esquema” del museo definirá su forma, partiendo del cuidadoso análisis de cómo te moverás en el edificio. La forma por sí sola sería un despropósito. Además de nuestro Museo Nacional de Antropología e Historia (Pedro Ramírez Vázquez), otro ejemplo que considero magistral, también de antropología, es el de Xalapa MAX (de Edward Durell Stone), que permite recorrer las salas secuencialmente con una oferta de recesos que te permiten absorber lo visto, y alternativas de regresar siempre al vestíbulo a través de un espléndido jardín; sutil y ejemplar.

En los museos de arte contemporáneo, los guiones museográficos se dan con el tipo de colección y las exposiciones particulares. Desde una perspectiva arquitectónica, son mucho más libres y flexibles; atienden a recorridos y al control de la iluminación mayormente, y por consiguiente su forma puede tender a lo fortuito. No es necesario resolver ningún guión museográfico con tanto rigor como en los de historia, los de antropología o los interactivos, que en nuestro País han destacado particularmente: no solo observar, sino interactuar para aprender. Si la forma obedece al programa, cabe reflexionar también en el mensaje o en el guión museográfico: hay museos cuya misión es dar un mensaje, como los del Holocausto (en varias ciudades), el Memoria y Tolerancia (Arditti +RDT), el Newseum en Washington (James Polshek) y a veces el mensaje puede repercutir en la forma (Museo Judío en Berlín de Daniel Libeskind) inclusive.

El museo debe asirse de su relación con el público. El Louvre de París (intervenido por I.M. Pei), uno de los más grandes e importantes del mundo, introdujo el concepto de “receso”, como valor de imperiosa necesidad. Te lo pensabas dos veces antes de entrar…quizás no tenía una buena relación con el público. Esto es sumamente importante; mientras los arquitectos debatimos si el museo es un contenedor – edificio-  o un continente –de arte o de objetos-, perdemos de vista al visitante. Lo damos por hecho más bien. Un buen juicio de valor es saber que la gente debe regresar, y esto ocurre si el museo establece buena relación con sus usuarios. Flexibilidad para su reinvención, recesos y vistas como recompensas después del recorrido, entre otros, son valores que con perspectiva de usuario son tan importantes como la forma. Mencionar ejemplos en este sentido es garantía de caer en graves omisiones pero ante la imposibilidad de citar tantos museos que para un servidor son memorables, mejor los invito a revisar a cuales regresamos inevitablemente.

JVdM

Con Perspectiva 25abr2012 / "Museos (I)"

El museo representa una tipología diversa que merece especial atención en el panorama arquitectónico de nuestros días. Diversa porque, amén de que en arquitectura es común hablar de edificios de diferente género y escala, los museos (ya) son a su vez de diferentes géneros y escalas. De arte en sus diferentes acepciones: arte moderno, arte contemporáneo, arte abstracto, arte popular... De historia, de antropología, de ciencias naturales, interactivos, o temáticos como los museos de sitios arqueológicos, del Agua, de la Estampa, de la Policía, del Desierto, el Museo de Cera, el Museo de la Luz, del Café, de las Aves, y muchos etcéteras.

El número 57 de la revista Arquine (otoño del 2011) se dedica a los museos con una selección de gran calidad como ya es habitual en la publicación, y sobre todo con textos que animan esta reflexión. En su editorial “Museos Mutantes” Miquel Adriá distingue con claridad el estatus de los museos hoy, en tanto nuevos centros culturales que han tenido que reinventarse como promotores de una cultura que se orienta hacia el consumo, trascendiendo cierto concepto clásico de “contenedor” de colecciones permanentes.

Por su parte, Josep Maria Montaner, en su texto “Los Museos a principios del siglo XXI” que preludia la sección de proyectos de la revista, presenta un buen panorama desde la relación del museo con el contexto urbano y con el público, partiendo del Museo Pompidou como precursor del “museo de influencia social”, y definiendo dos grandes modelos derivados del cambio de siglo: el Guggenheim de Bilbao de Frank Gehry, y la Tate Modern (Londres) de Herzog y de Meuron.

En el primer caso, el edificio escultura o escultórico de Gehry, derivó en un fenómeno -el “fenómeno Guggenheim de Bilbao”- que revitalizó a la ciudad hasta lo insospechado. El caso de la Tate Modern, que igualmente inyecta vida (revitaliza) a una zona de Londres, se hizo a partir del gran reciclaje de la antigua central eléctrica de Bankside. Montaner, siguiendo con su texto, propone cuatro puntos que resultan efectivos para definir al museo actual: Su forma, su relación con el público, su relación con la ciudad, y su carácter de “anti-museo”, aludiendo a ejemplos desinhibidos, quizás más bien de arte, en cuanto a experimentos de búsquedas diversas…

El museo en realidad es una tipología multi-potencial, es decir que tiene muchas posibilidades que trascienden a su esencia y a su vocación. Una, posiblemente de las primeras, es la urbana. Independientemente de los ejemplos citados arriba, los museos están muy asociados como referentes de cualquier ciudad, inclusive en casos como el nuestro, en donde algunos de los más representativos están en el Bosque de Chapultepec –Antropología, Tamayo y Arte Moderno- similar a lo que ocurre en Nueva York con el Metropolitan Museum y el Museum of Natural History, localizados en el Central Park,  o el De Young (de Herzog y de Meuron) y el California Academic Institute (de Renzo Piano) en el Golden Gate Park de San Francisco. Independientemente a estos ejemplos, están en las mismas ciudades el Museo Nacional de Arte (MUNAL), el Museo de San Ildefonso (adaptado por Ricardo Legorreta) o el Museo de la Ciudad de México (por mencionar solo algunos), el MoMA de Nueva York (de Yoshio Taniguchi) o el MoMa de San Francisco (de Mario Botta), todos incrustados en sus respectivas y céntricas zonas metropolitanas. Aunque puede resultar evidente por los casos antes mencionados, resulta inevitable destacar la importancia urbana que el museo tiene como generador de espacio público, y como pieza que comunica a la ciudad con sus habitantes. Se trata de una responsabilidad en el sentido de que el edificio responde a esa necesidad. Los museos de sitio inclusive, alejados de las ciudades, están ineludiblemente asociados a las zonas arqueológicas a las que sirven. No son urbanos pero me atrevería a decir que tienen esa tendencia.

JVdM

Con Perspectiva 18abr2012 / "Formas y forma de vida"

Una reflexión fortuita sobre dos artículos recientes.

El pasado domingo El País Semanal presentó una entrevista al arquitecto chileno Alejandro Aravena. Su lectura ubicó bien mi percepción sobre él y sobre su trabajo, encontrando inclusive coincidencias de pensamiento (será de anhelos) en cuanto a forma de vida;  a veces leer entrevistas resulta mucho mejor que escucharlas en vivo. Pocos días atrás, resultó imposible resistirse a la curiosidad de revisar el suplemento Entre Muros, más aún con la imagen de Zaha Hadid en la portada. Su arquitectura no resulta fácil. Es impresionante, –de impresión- es búsqueda y exploración llevada a límites lejanos; trabajo desbordado e investigación materializada, yo diría. No en vano es la primera mujer arquitecto que ganó el premio Pritzker… Su mensaje a los estudiantes es alentador en cuanto a la entrega incondicional y al trabajo arduo que precisa conseguir una arquitectura de calidad y “diferente”.  Llama mucho la atención en este par de entrevistas, las diferencias de discurso y visión, pero también ciertas coincidencias, por lo menos en cuanto a lo que más interesa de (y a) ambos arquitectos: las formas y la forma de vida.

Como ocurre con cualquier artista, en el caso de Zaha, claro, hay obras que te gustan más que otras. Es cierto que su vocabulario formal se ha ampliado mucho. Es sabido que tardó buen tiempo en construir su primer edificio (la Estación de Bomberos Vitra,1993, en Weil am Rhein, Alemania),  y que su reconocimiento inicial fue debido a los extraordinarios dibujos que realizaba de arquitecturas conceptuales no construidas. No eran tan orgánicas como hoy, más bien de ángulos agudos y formas muy dinámicas. El artículo-reportaje presenta impresionante diversidad de obras y proyectos de parametricismo protagónico –insistiendo en las formas orgánicamente llamativas-, e impresionante agenda social y de eventos. Afirma que en el poco tiempo que estuvo aquí visitó algunas obras de Barragán (siempre pasa) y en lo que toca a la entrevista el acento está puesto mayormente en el trabajo intenso. Afirma que no ha tenido tiempo para pensar qué le falta o qué ha tenido que sacrificar para llegar tan alto. No para, es una persona de hacer, no tanto de decir…

El bienestar de los barrios y los problemas de la gente ocupan mayormente los mensajes clave de Aravena. La calidad desde la escasez, su principal apuesta, es un anhelo compartido por muchos arquitectos hoy. ¿Cómo lograr un precio bajo de construcción –alcanzable- que no comprometa la calidad de la obra?… redefiniendo o repensando nuevamente el término calidad como una forma de vida (no necesitamos tanto para vivir)... y de belleza también. “…me importa mucha más que la distancia de mi casa a la oficina sea de una canción, de minutos en bicicleta, o a pie…eso es calidad de vida.”

En la entrevista-artículo solo sale una foto de una de sus obras más reconocidas, las viviendas sociales en Iquique (2001), firmadas por su estudio Elemental. Muy sustancioso en sus respuestas o reflexiones, el artículo revisa su etapa como profesor en Harvard, cómo llegó a ser jurado del Premio Pritzker, o sus inicios desde su paso por la Universidad Católica de Chile, a la que dedica no poca atención, sobre todo porque fue allí donde construyó el edificio oficinas de la Facultad de Matemáticas (1998) con el que inicia su carrera profesional, gracias a cierta meritocracia que operó favorablemente para él en Chile.

Independientemente de la aguda meritocracia imperante en el oficio de los arquitectos, aquí las formas en mi percepción sobre la obra de Hadid y de Aravena (¿qué tendrían que ver?,  juegan un doble papel desde el exceso hasta la moderación o la escasez, inclusive. Resulta motivante, de cualquier manera, que de los temas de ciudad y de espacio público que interesan a cualquier persona, el arquitecto responderá desde el conocimiento específico de su profesión, con soluciones de espacio habitable que forzosamente se presentan de formas diversas para una mejor forma de vida.

JVdM

Con Perspectiva 11abr2012 / Chiapas

Conocimos Chiapas (qué oportunidad) durante la pasada semana mayor, y sedado por su magnetismo y hospitalidad, comento lo conocido en estas “apretadas” líneas.

San Cristóbal de las Casas, fue la sede que adoptamos para movernos, y el Domingo de Ramos fue buena ocasión para conocerla desde la plaza de su Catedral. Lo primero que llama la atención es la belleza de la ciudad colonial, colorida, rodeada de montañas no muy altas, de amable trazo ortogonal donde predominan construcciones de un solo nivel con techos de teja. Destaca la intensidad de la vida peatonal presente en los principales “andadores”. Visitamos muchos lugares pero el museo Na Bolom, el parador de San Juan de Dios, la galería Eklektik, el Hotel Casa del Alma o el Hotel B¨o (de Muro Rojo, notable por su arquitectura y diseño contemporáneos), son de mención ineludible. Pronto advertimos que el diseño textil o el café son fortalezas del Estado y del País. Hicimos una ruta de iglesias llegando a un “plato fuerte” que es el ex Convento y Templo de Santo Domingo, una de las más bellas iglesias del Estado, de cierto estilo barroco que reviste su fachada y que ostenta motivos y diseños indígenas realizados en argamasa, algo impresionante.

San Juan Chamula, a unos 10 km. de San Cristóbal es habitado principalmente por Tzotziles. Se trata de un sitio que conserva las culturas y costumbres prehispánicas mezcladas con el cristianismo evangelizado por los Dominicos. El sitio de mayor interés es el interior de la iglesia, en el que se desarrollan oficios y rituales que poco tienen que ver con la liturgia católica. El ambiente interior es intenso, místico, sin bancas, con música y cantos desconcertantes, velas, hierbas, posh (aguardiente)…una atmósfera surrealista pero extrañamente sublime. Muy cerca se encuentra su panteón con el vestigio de una iglesia que resulta singular escenario de ceremonias funerarias.

Zinacantán es otra población-a unos 10 Km de San Juan Chamula-, también habitada por Tzotziles, en la que se percibe una atmosfera diferente (históricamente diplomáticos y negociadores), coloreada por mujeres ataviadas con los textiles que producen. Una alegría.

Amatenango del Valle, (rumbo a Comitán), es un poblado que produce cerámica de barro extraordinaria con unos locales comerciales a pie de carretera notables por su diseño. Queda camino a la Cascada de “El Chiflón” donde tuvimos el primer contacto con la majestuosidad de la naturaleza Chiapaneca.

Comitán, (en dirección sur hacia la frontera con Guatemala) es la tercera ciudad más importante del estado, cuna de Rosario Castellanos o de Belisario Domínguez, e independientemente de su arquitectura colonial, su gastronomía ocupó nuestra atención mayormente, que sabores.

El cañón del sumidero a 5 kms de Tuxtla Gutiérrez, de belleza imponente, remata en Chiapa de Corzo, con un ex Convento (de doble patio) y Templo Dominicos de gran belleza también, además de su muy famosa fuente de tabique que siempre nos remite a la arquitectura contemporánea de Carlos Mijares. El calor se atenúa tomando un delicioso “pozol”, bebida hecha de maíz y cacao…

Toniná, a unos 85 Km de San Cristóbal, y 10 Km del zapatista Ocosingo (hacia la Selva Lacandona), es un centro ceremonial maya de gran escala con abundantes restos arqueológicos. Lo apreciamos más gracias a la fabulosa obra de teatro “Palenque Rojo” que vimos previamente en San Cristóbal de las Casas. Excelente.

Tecpatán, a unos 90 km de Tuxtla Gutiérrez, hacia Veracruz, representó una peregrinación que nos recompensó sobradamente con el muy espectacular ex Convento Dominico, que conserva ostensiblemente su majestuosidad. Vaya patrimonio.

Tuxtla Gutiérrez, finalmente, una ciudad moderna –en franco crecimiento- que nos sorprendió con un espléndido zoológico o con el centro de convenciones de Abraham Zabludovsky.

Hasta aquí por espacio, pero no sin agradecer y reconocer la infinita hospitalidad del maestro Jaime Valls, Rector de la Universidad Autónoma de Chiapas, y de su apreciable familia. Gran paseo!

Comparto croquis de viaje

JVdM

Con Perspectiva 04abr2012 / “Arquitectura Religiosa”

Fue en la Universidad, durante el séptimo semestre, cuando abordamos un proyecto para la “Catedral de Atlacomulco” en el Estado de México. Allí tuvimos la suerte de conocer personalmente a Carlos Mijares (autor de la Parroquia de Ciudad Hidalgo y de una capillita magistral en el panteón de Jungapeo, ambas en Michoacán y de tabique) que amablemente nos recibió para orientarnos en nuestro proyecto de arquitectura religiosa. Nos dio una lección en cuanto a la “capacidad de la nave”, que nos preocupaba particularmente: “no importa si es una peregrinación, o si solo hay una persona en la iglesia, debe provocar devoción y recogimiento por igual”, tan magistral lección podría ser la conclusión de la columna, pero revisemos más. Independientemente de espléndidos ejemplos contemporáneos a nuestro alcance (en la Ciudad de México), como la Capilla de las Capuchinas en Tlalpan, de Luis Barragán, la Iglesia de la Santa Cruza en el Pedregal, de Antonio Attolini Lack, la Capilla de nuestra Señora de la Soledad “el Altillo” en Coyoacán, de Enrique de la Mora y Félix Candela, la Parroquia de la Divina Providencia en la Colonia del Valle, de Honorato Carrasco con Amaury Pérez, o la Iglesia de San Ignacio de Loyola en Polanco, de Juan Sordo Madaleno con Álvaro Ysita...conseguimos un librito naranja que en la portada rezaba “Que Labor la del Pastor de Belén” y que, aunque parecía de catecismo, resultó ser un gran documento para entender como deben diseñarse las iglesias después del Concilio Vaticano II (concluido por Paulo VI en 1965). Allí se explica espléndidamente el programa arquitectónico de una iglesia. Se trata de una obra de Fray Gabriel Chávez de la Mora (Guadalajara, Jalisco 1929), arquitecto y monje Benedictino “gran jefe” de la arquitectura religiosa y del arte sacro de nuestro País.

Fray Gabriel es el primer egresado de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara en 1955, año en el que ingresa al Monasterio Benedictino de Santa María de la Resurrección (Ahuacatitlán, Cuernavaca) donde proyecta y construye la primera capilla en Latinoamérica con el altar de frente, en 1957, anticipándose al Concilio Vaticano II. Además de la característica poco común de su doble vocación –arquitecto y monje-, Fray Gabriel se coloca desde sus inicios como personaje de búsqueda, no simplemente como un contestatario que se opone a lo establecido, sino como una promesa de inagotable talento y visión.

A finales de los años 50 comienza la producción del trabajo artesanal que realiza en los “Talleres Emaús”, que desarrollaban productos artesanales y artísticos de notable calidad (plata, fierro y serigrafía), y que alcanzaron una demanda y reconocimiento tales, que llegaron a la realización numismática de las medallas que se otorgaron a los atletas en los juegos olímpicos de México1968.

Su obra arquitectónica ya es sumamente reconocida: El Monasterio Benedicto del Tepeyac (1968), hoy abadía del Tepeyac en Cuautitlán Izcalli, Estado de México, la famosísima Capilla Ecuménica de la Paz, en “Las Brisas” Acapulco –una obra maestra que se reconoce en toda la bahía a través de su monumental cruz-, la Basílica de Guadalupe en colaboración con Pedro Ramírez Vázquez y José Luis Benllure, las intervenciones en las Catedrales de Cuernavaca o de Zamora, o más recientemente el teatro San Benito Abad, una obra civil con la que obtiene la Medalla de Oro en la bienal de Arquitectura Jalisciense en 2001, que lo reafirma como arquitecto capaz de resolver proyectos de cualquier género y escala.

Toda su obra –arquitectura, iconografía, pintura, mobiliario, escultura, ajuares litúrgicos, cruces, cirios pascuales, sagrarios, confesionarios, orfebrería, cálices, ostensorios, insignias, vitrales, mosaicos, fierro colado, heráldica, logotipos, caligrafía y tipografías- se acomodó y cayó en su lugar con la magnífica exposición “55 años de arquitectura”, que tuvo lugar en el Palacio de Bellas Artes a principios del 2010, año en el que recibió la Medalla Antonio Attolini por la Escuela de Arquitectura de la Universidad Anáhuac México Sur.

Sirva este tiempo de Semana Santa, en este caso desde las montañas del sureste mexicano, para enviar un mensaje de felices pascuas a Fray Gabriel Chávez de la Mora, extensivo a todos nuestros lectores con perspectiva.

JVdM

Con Perspectiva 28mar2012 / "Arquitectura y Música"

Siempre he reflexionado sobre la relación que hay entre arquitectura y música…tratando de ser objetivo, sobre todo por la amplia similitud en muchos  términos y conceptos que comparten. Vladimir Kaspé (Súper Servicio Lomas, Liceo Franco Mexicano, Centro Deportivo Israelita) decía que la música es más perfecta que la arquitectura, ”salvo uno que otro Partenón”. Carlos Mijares (fábrica de Vehículos Automotores Mexicanos, Parroquia de Ciudad Hidalgo, capilla del panteón de Jungapeo), con mucha razón afirma que el sonido es a la música, lo que el espacio a la arquitectura. Sin embargo tenemos la sensación de que la música es mucho más abstracta que la arquitectura, porque no es tan material o “tangible”. De los conceptos compartidos, cito sólo algunos en orden alfabético para ordenarlos de alguna forma: armonía, balance, composición, delicadeza, equilibrio, forma, grandeza, hondura, imagen, juego, levedad, movimiento, nitidez, ornamento, pureza, quietud, ritmo, silencio, tiempo, universalidad, o volumen.  

Quizás la relación más recurrente –además de los conceptos compartidos- entre arquitectura y música sea su representación gráfica; se expresan en lenguajes o idiomas propios y muy distintos. Aquí la arquitectura es prácticamente “literal”: ver un plano arquitectónico es mucho más comprensible -a simple vista- que ver una partitura. Sin embargo existen esfuerzos visionarios que han intentado vincular ambos lenguajes:  Iannis Xenakis, arquitecto y compositor a quien se asocia con LeCorbusier por haber colaborado con él en varios proyectos (el Convento de Sainte-Marie-de-la-Tourette 1953 o el Pabellón Philips de la Exposición Internacional de Bruselas de 1958, entre otros), es conocido por aplicar procesos compositivos y estéticos similares en cálculo, arquitectura, y composición musical. Su obra está construida esencialmente sobre el lenguaje de las matemáticas y el azar. Fue precursor de la música electrónica, y existen algunos dibujos que representan edificios compuestos a partir de diagramas “musicales”.

La música es matemática –mucho más perfecta, como bien afirmó Kaspé-, pero las matemáticas en arquitectura, se manifiestan generalmente  en proporciones o correspondencias. En la geometría posiblemente se encuentre la intersección de ambas disciplinas… La famosa frase “la música es arquitectura congelada” de Schopenhauer alude a la capacidad de la música de crear atmósferas y/o recrear lugares, aunque un lugar pueda prescindir de la arquitectura. Resulta inevitable pensar en arquitectura como música”, en los edificios que “cantan”, como nos recuerda Paul Valéry en su “Eupalinos o el Arquitecto”.

Fallecido el pasado 3 de marzo, Joaquín Gutiérrez-Heras fue un compositor mexicano que estudió arquitectura. Escuché varias de sus obras en los conciertos de la OFUNAM, y aunque se le identifica mucho con la música que compuso para cine, lo recuerdo como un compositor sumamente “contemporáneo”, término ciertamente muy resonante entre arquitectura y música también.

Hay arquitectos que personifican esta relación “sonoro-espacial”, como Daniel Libeskind (Museo Judío en Berlín), que estudió música antes de ser arquitecto –su arquitectura lo refleja-, o Arcadio Artis (sala Netzahualcóyotl, junto a Orso Núñez) que hizo la carrera de violín en el Conservatorio Nacional de Música antes de ser arquitecto. Con él tuve la oportunidad hace algunos años de colaborar en el proyecto para una sala de conciertos y una escuela de música. Es cuando más cerca me he movido –profesionalmente- entre ambas disciplinas. Los edificios para la música requieren conocerla. La sala de conciertos puede ser el punto en el que más se acercan, ya que es un edificio que tiene que “sonar”, además de recibir a una orquesta y a un auditorio cómodamente; la sala de conciertos puede concebirse como un instrumento musical, y no sólo como un edificio público.

JVdM

Con Perspectiva 21mar2012 / "Jardines del Pedregal de San Angel. Salvaguarda obligada"

Una masa de magma arrojada por el volcán Xitle (2000 años a.C.), dio origen a este “páramo pétreo” – nombrado por los mexicas Texcallan o paraje de rocas- de casi 15 Km. de largo, que cubrió 80 km2 con una capa de más de 10 metros de espesor.

El “Parque Residencial Jardines del Pedregal de San Ángel”, o Pedregal de San Ángel, como lo conocemos hoy, es el fraccionamiento que nació cuando el Arquitecto Luis Barragán adquirió y emprendió una operación de “paisaje inmobiliario” sin precedentes en el terreno que hoy ocupa, entre 1945 y 1952. Las obras del Pedregal iniciaron en 1947.

El descubrimiento -en términos de “aprender a ver el paisaje”-  de lava petrificada y tierras pedregosas, como una posibilidad de forma de vida exaltada por la belleza de la naturaleza en la periferia de la Ciudad de México, hasta hoy persiste. Con muchísimo publicado en relación a este (aún) fascinante lugar – libros y tesis doctorales de importantes universidades de todo el mundo-, a la distancia llama la atención la evolución que ha tenido el fraccionamiento tanto en su arquitectura como en su diseño urbano, sobre todo si caemos en la cuenta de que se trata de un sitio patrimonial único, y en riesgo:

Barragán diseñó, con la colaboración del Arq. Carlos Conteras (muy destacado impulsor del urbanismo en nuestro País) un primer plan maestro “ciudad-jardín”, que en términos muy generales salvaguardaba el ecosistema (de valor) con una densidad muy baja en terrenos de 2,000 a 10,000 mts2, que posteriormente se redujeron a lotes de 1,000 hasta 5,000mts2. Aquí Barragán realizó extraordinarias obras de paisaje tales como las Plazas de Acceso (la del “animal del pedregal” de Mathias Goeritz que se conserva bien, y la de la calle de Fuego que, aunque desapareció tristemente, se antoja muy recuperable…), la Plaza Las Fuentes, parques y jardines de muestra (como el jardín Teololco, abandonado), y la Plaza El Cigarro, de la que solo queda el cilindro vertical, y que es de las pocas esculturas que se conservan de Barragán. Toda esta obra exterior en su conjunto fue concebida como escenario de la mejor arquitectura moderna de la época. Aquí, sorprende que las primeras casas que allí se construyeron por el propio Barragán con Max Cetto terminadas entre 1950 y 51 –Casa Muestra Av. de las Fuentes 130, Casa Muestra 140 y Casa Prieto López en Av. de las Fuentes 180-, son del mismo “vocabulario”, por así decirlo, que la casa del propio arquitecto en Tacubaya –muy adelantadas para la época-. Barragán se retira del Pedregal en 1952, dejando listo el lugar para recibir a un notable grupo de arquitectos, que entendieron al lugar como oportunidad de exaltar a la naturaleza tal y como él se lo propuso, pero con distintos enfoques. Hoy resulta imposible imaginar nuestra arquitectura sin el capítulo del Pedregal de San Ángel. Además de Barragán y Cetto, de Francisco Artigas, de Antonio Attolini Lack y de José María Buendía –a los que más se asocia con el Pedregal por la conservación de sus obras- destacaron muchísimas casas de magníficos arquitectos que generaron un importante patrimonio arquitectónico, del que hoy queda muy poco, lamentablemente.

El actual diagnóstico, sobradamente conocido, corresponde a una realidad que poco tiene que ver con lo que imaginó Barragán en los años 40’s, sobre todo en lo que toca a la sobrepoblación de casas o de escuelas, y por la tanto de habitantes y de automóviles en términos de lo conceptuado originalmente.

Si consideramos que en estos asuntos “no hay reversa”, afortunadamente ya se ha actuado en lo relativo a la densidad y al uso del suelo (el pasado noviembre se anunció el inicio de los trabajos para un Plan Parcial Jardines del Pedregal). Queda revisar lo que toca a la salvaguarda del patrimonio urbano y arquitectónico, de lo que aún queda. Verlo en términos de espacio público sostenible (de valor patrimonial en este caso) debe garantizar un mejor futuro o salvaguarda del fraccionamiento: calles, banquetas, mobiliario urbano, además de las plazas y jardines de autor.

Barragán dijo en alguna ocasión: “no hagan lo que yo hice, vean lo que yo vi”. Desde el sur de la ciudad, he tenido la suerte de encontrar a mucha gente altamente concientizada y motivada por la salvaguarda del patrimonio urbano del Pedregal, en virtud de la salvaguarda de su patrimonio particular, unifamiliar, de vida. Aquí nuestro granito de “roca volcánica” para sumar en esta dirección.

JVdM

Con Perspectiva 14mar2012 / “Tiempo, reciclaje y salvaguarda”

El tiempo es algo que a los arquitectos nos obsesiona, particularmente en lo que toca al envejecimiento de nuestros edificios; Octavio Paz definía a la arquitectura como el testigo insobornable de la historia, pero hoy, debido al gran crecimiento de las ciudades, mucha de la arquitectura que se produce no es del todo nueva, es decir, de “nueva planta”, sino que nace a partir de estructuras preexistentes y nos toca a nosotros modificar, por no decir “comprometer positivamente”, ese testimonio insobornable... “construir lo construido”.

México es un país con un vastísimo patrimonio arquitectónico desde el siglo XVI hasta el XX, y, aunque este último resulta poco “comprendido” y reconocido aún, cada vez son más los ejemplos de magnífica arquitectura que se origina en esta especie de reciclaje con diversos nombres: restauración, en edificios de mucho valor patrimonial; revitalización, en edificios a los que se les inyecta vida nueva; remodelación, en los que aprovechando solo la estructura, se transforman con gran libertad formal; o reinterpretación, inclusive, cuando lo que queda está tan deteriorado, que hay que rehacer casi todo. En este contexto, los arquitectos hemos aprendido a trabajar con restauradores, historiadores y un sinnúmero de consultores de distintas disciplinas, en reciclajes sumamente polémicos. Se trata de conservar, salvaguardar, y no comprometer (ni el pasado ni) el futuro de edificios de valor, pero se trata también de que se adapten a la forma de vida actual, a usos nuevos. Es una visión sostenible (porque no compromete a las futuras generaciones), y una gran suerte que, en el caso de México –según algunas opiniones siempre divididas-, a saber, mientras más antigua es nuestra arquitectura, más sabor, pátina, y valor se deriva de su desuso y de su abandono. Nuestro centro histórico ha sido el laboratorio –sin más remedio- de esta arquitectura de búsqueda y de visión sostenible, en donde se inicia la inserción de arquitectura contemporánea en edificios históricos. Desde casos muy destacados, como la intervención radical en el templo de Santa Teresa la Antigua “ex Teresa” en 1994 de Luis Vicente Flores, la restauración del antiguo Colegio de San Ildefonso y el Club de Banqueros (ex Colegio de Niñas de Nuestra Señora de la Caridad) en 1994 de Ricardo Legorreta, el edificio de El Colegio Nacional (antiguo Convento y Colegio de la Enseñanza) en 1994 de Teodoro González de León, el Centro Cultural de España (antiguo Colegio de Cristo y la Casa del Marqués del Apartado) en 2002 de Alfonso Govela, o el Museo Mide (antiguo Hospital de Betlemitas) en 2006 de Ricardo Warman y Alejandro de la Vega, por mencionar sólo algunos.

Hay muchos otros casos, en diversos contextos y de otros géneros, como el hotel La Purificadora de Legorreta+Legorreta con Serrano-Monjaraz, que aprovecha las ruinas de una purificadora de agua en Puebla, o antiguas fábricas que se convierten en centros comerciales y culturales (Plaza Loreto y Plaza Cuicuilco al sur del DF), o las Haciendas–sobre todo las henequeneras en Yucatán- de Grupo Plan con TDM y Reyes Ríos, que protagonizaron una lección de aprovechamiento y salvaguarda de una gran arquitectura patrimonial, convertida en hoteles de ensueño, y recreando con mucho conocimiento y refinamiento, elementos originales de las deterioradas joyas arquitectónicas preexistentes.

Acostumbradísimos a convivir con arquitecturas de siglos pasados, conventos, colegios, hospitales, haciendas, molinos, o fuertes militares, curiosamente nos hemos convertido en amantes de las “piedras antiguas”, tanto de centros arqueológicos, como de una arquitectura que simplemente llamamos histórica. Originalmente –siglos XVI y XVII-, gran parte de esta arquitectura fue de aplanado con color. Curiosamente, las piedras, los tabiques y los ladrillos no fueron más que el sistema constructivo. En este sentido, si México es un país tradicionalmente “mega-cromático”, ¿porque todo se ha tornado tan gris?, es una pregunta sumamente relativa, pero da pauta a una reflexión que debe trascender de lo meramente arquitectónico a lo urbano, en el entendido de que existen urbanizaciones -colonias- que debemos salvaguardar también por su condición patrimonial. Un tema para la siguiente columna. Comparto un croquis.

JVdM

Con Perspectiva 07mar2012 / “Antonio Attolini Lack, 1931-2012”

Al arquitecto Antonio Attolini Lack le conocí personalmente desde hace doce años, cuando tuve la suerte de dar clase de proyectos a su lado en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Anáhuac del Sur. Falleció el pasado miércoles por la tarde, a los 80 años, aquejado por la enfermedad de Parkinson que padecía desde antes de que yo lo conociera.

Fue un arquitecto que tenía una importante suma de cualidades y una personalidad arrolladora. Un excepcional modelo de arquitecto que proyectó y construyó con excelencia la totalidad de sus obras. Esto lo distinguió siempre: no solo proyectista contemporáneo sino diseñador, constructor, y artesano racional del espacio. Su partida representa, además de una pérdida para México y su arquitectura, cierto aviso, quizás, de una “especie en peligro de extinción”. Hoy en día se antoja casi imposible llegar a esa calidad en la ejecución de cualquier obra: “…solo hay una forma de construir: …Bien”, solía decir.

En su trabajo se reconocen claramente dos épocas distintas: la de las casas del Pedregal, y la posterior a la construcción de la Iglesia de la Santa Cruz (sin duda una de sus obras emblemáticas), ambas notables por su factura, refinamiento, pulcritud, y cualidades espaciales. Procedimientos constructivos de arraigo y tradición dotaron a su trabajo de “la segunda época”  de cierta mexicanidad y de una profunda cualidad artesanal. Alguna vez me comentó que se pasó un día entero en la casa de Luis Barragán, con él, cuando le conoció.

En su primera época exploró el manejo de diversos materiales (piedras, acero, cristal, madera, etc.), dentro de un vocabulario formal en el que predominaron la horizontalidad y la esbeltez de los elementos arquitectónicos y estructurales (inició su vida profesional trabajando con Francisco Artigas), destacándose el dominio en el manejo del concreto aparente enduelado, por ejemplo. Hoy en el Pedregal se reconocen claramente algunas de sus casas de esta época, no solo porque están orgullosamente firmadas, sino por el magnífico estado de conservación que ostentan. También el edificio de la AMA -todo en voladizo y en concreto aparente- en Reforma y Prado Norte, fue un espléndido ejemplo de esta época, por igual.

La Iglesia de la Santa Cruz del Pedregal, marcará un punto de referencia en la obra de Attolini: en una estructura preexistente proyectada por José Villagrán García, Attolini introduce los valores que definirán su producción subsiguiente: manejo del espacio y de la luz, comprendiendo en sus composiciones que el vacío coexiste con la masa que lo contiene, complejidad y sencillez, esencialidad y monacalidad, cierta religiosidad y alegría intensa se percibe desde el atrio hasta el interior de la iglesia, que es sobresaliente en todos sus componentes.

La papelería Lumen de la calle de Arquímedes en Polanco, marcará también un hito en su trayectoria profesional, en este caso dentro de la arquitectura de espacios comerciales. El gran pórtico de acceso y el juego de formas geométricas construidas en concreto aparente, constituyen una aportación rotunda a la solución del programa planteada en este encargo, sustentada en la comodidad del consumidor.

Fue un arquitecto prolífico. En sus últimas obras, residencias blancas en su mayoría, insistió en la búsqueda de la esencialidad; su capacidad de superación parecía no tener fin. Le preocupaba no repetirse.

Attolini logró con una verdadera “familia de artesanos y colaboradores” (a los que reservaba la primera fila en sus conferencias para compartir el aplauso), el desarrollo del diseño total que lo caracterizó siempre: diseñó muebles, tipografías, tapetes, lámparas, jaboneras, ceniceros, picaportes, etc., y hasta el último detalle de manera especial e inagotable para cada una de sus obras.

Dio clases durante casi toda su vida profesional, desde 1955 en la UNAM y en diversas escuelas de arquitectura de la Ciudad de México desde 1970, realizando una labor significativa como “hacedor de arquitectos” mediante el contagio a sus alumnos de la pasión por el oficio: “el que está convencido convence”, fue una de sus estrategias pedagógicas infalibles…Puedo afirmar que cualquiera que haya recibido su instrucción, le recuerda con inmenso cariño y gratitud.

Fue un hombre de familia por excelencia, apasionado de los caballos, de la Historia y de la Cultura de México, de los paseos y de los viajes, de las buenas lecturas, del románico y del gótico, de Chillida, de Richard Serra o de Mahler, y junto a su esposa, Doña Carmen, cómplice silenciosa y compañera de todos los días, Attolini dedicó su vida incondicionalmente a la búsqueda de la excelencia humana en el oficio de la “buena arquitectura”.

Fueron doce años de entrañable amistad que, además de una magnífica enseñanza, un ejemplo de coraje contra su enfermedad,  y un sinnúmero de buenos recuerdos, nos permitió, desde la dirección de la Escuela de Arquitectura, reconocerle merecidamente con la instauración de la Medalla Antonio Attolini Lack, que él mismo diseñó y que entregamos cada año -desde el 2006- a arquitectos que con su vida y su obra, personifican los ideales que perseguimos en la formación de nuestros alumnos. Attolini entregó las primeras 5 medallas con su nombre en vida, y nos dejó el proyecto firmado de una Ermita para nuestro Campus, que será, Dios mediante, su obra póstuma. Descanse en paz.

JVdM

 

 

PREMIOS Y RECONOCIMINETOS DE ANTONIO ATTOLINI LACK

Primer premio Casa Habitación en 1961

Académico Emérito de la Academia Nacional de Arquitectura Sociedad de Arquitectos Mexicanos.

Medalla de Plata en la primera Bienal de Arquitectura Mexicana 1990

Medalla de Oro en la II Bienal de Arquitectura Mexicana en 1992

Premio Nacional de Arquitectura FCARM en 2002

Premio Luis Barragán CAMSAM 2006

Medalla Anáhuac en 2006

Premio Nacional de Arquitectura de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México en 2008

Con Perspectiva 29feb2012 / “Croquis y arquitectura amateur”

La noticia del nuevo Premio Pritzker 2012, otorgado a los chinos Wang Shu y Lu Wenyu, su esposa, produce una sensación igual que la se experimenta cuando se lee “el Club de los Gourmets” de Junichiro Tanizaki. Sorpresas y satisfacciones absolutas para los sentidos. En términos muy generales, los ganadores del premio Pritzker –equivalente al Nobel de arquitectura- se pueden dividir entre los arquitectos del espectáculo, del “star system”, o simplemente de gran escala, y los arquitectos “de la moderación”. La balanza se ha inclinado los últimos 4 años más bien hacia la moderación, lo que sin duda marca una tendencia afortunada. Lo que se puede ver de la obra de Wang Shu, en tanto la digerimos, es una propuesta artesanal, que denota una tensión muy evocadora entre tradición –en este caso china- y modernidad. La oficina se llama Amateur Architecture Studio, aludiendo al amor por lo que hacen, poniendo el acento en el placer del trabajo; algo en lo que insistimos todo el tiempo. Veamos.

Colegas me preguntan constantemente si en la Escuela de Arquitectura seguimos enseñando a dibujar a mano o solamente con la computadora. Una pregunta que me resulta extraña porque el dibujo, en sus diversas modalidades, es una herramienta. Obviamente enseñamos todas, pero, no hay herramienta más veloz e inmediata para entrar en el espacio y representarlo que el croquis. La palabra no tiene plural, y viene del francés dibujo. Alude a representaciones gráficas hechas a mano, que no tienen la pretensión o la necesidad del detalle necesariamente, sin embargo, para nosotros inclusive los detalles se prefiguran en croquis. Sigue siendo una herramienta ágil y muy útil.

El arquitecto Antonio Gallardo, Secretario General del Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México, me pedía que escribiera algo sobre el croquis y el dibujo a mano para el boletín “El Arquitecto” del Colegio. Si transcribo su solicitud, hecha a base de preguntas básicamente, las contesto como en un examen y prácticamente queda listo el texto!:

¿Qué sentido tiene dibujar en la composición arquitectónica?  La mano –con su lápiz- es el camino inmediato entre el cerebro y el papel. El dibujo es una potencia del ser humano, está en su naturaleza, como hablar. En el monitor es difícil visualizar la totalidad del espacio aunque la computadora necesariamente precisó  desarrollar habilidades nuevas.

¿Por qué se ha dejado de lado (el dibujo a mano) en algunas escuelas? La computadora atrapa, y se tiene la idea de que sin ella el alcance del trabajo es muy poco. Luis Moreno Mansilla, joven (53 años) y gran arquitecto español  recién fallecido el pasado 22 de febrero, fue profesor en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid durante toda su vida profesional, y ya es recordado por un método socrático que revelaba paulatinamente a cada estudiante sus posibilidades, al tiempo que le sugería su propia búsqueda creativa; aquí se entiende que la computadora es una simple herramienta. Cuando se “aprende a ver”, uno se da cuenta que hay arquitecturas que precisaron la maestría de alguien que lleva muchos años dedicándose al oficio, y hay otras arquitecturas (o “construcciones”) que precisaron de una computadora poderosa, nada más.

Herramienta de representación gráfica o de trabajo, lo que es innegable es que los croquis denotan placer por el trabajo; arquitectura amateur, hecha a mano… Norman Foster dice que cuando alguien le pregunta algo el responde con un dibujo. Ricardo Legorreta decía que el arquitecto no es alguien que solo dibuja, sino que sueña, ¿cómo aterrizar los sueños sin un lápiz en la mano? Ahora, y aprovechando a la reciente ganadora del Oscar a la mejor película “The Artist” (muda), pienso que lo que fue la banda sonora para el cine, se asemeja a lo que fue la computadora para la arquitectura. Se tuvieron que sacrificar muchas habilidades ganadas. La actuación muda, como el dibujo técnico (con la regla “T” y los “rapidografos”), se fueron; no así las habilidades básicas, como es el placer de actuar, o dibujar en nuestro caso. Comparto un croquis.

JVdM

 

“El uso de software, no precisamente de las computadoras, es causa o efecto, dependiendo del producto terminado.  Hoy es relativamente fácil encontrar renderistas, pero pocos saben hacer una “sección”, y una sección en croquis tiene más sentido desde el punto de vista espacial; un croquis en la obra, asentado en la bitácora, por ejemplo, adquiere una fuerza determinante en la construcción en toda la expresión de o palabra.” (Cita del Arq. Antonio Gallardo)

Con Perspectiva 19feb2012 / “Repensamiento de la Enseñanza Universitaria”

Los próximos días 14 15 y 16 de marzo, se celebrará en la Universidad Anáhuac México Sur el plato fuerte de los festejos de su 30 aniversario. Un congreso bajo el nombre de “Repensar la Enseñanza Universitaria”, en el que expertos de diversas carreras y ámbitos académicos reflexionaremos acerca de lo que estamos enseñando en las aulas. Sin duda un tema del máximo interés –en este caso- para la escuela de arquitectura.

Leyendo la magnífica entrevista a Jill Abramson (directora del The New York Times) que apareció en El País Semanal el domingo pasado, llama a la atención el término “periodismo de investigación”, al que consagró gran parte de su práctica profesional, y que anima a explorar, en ese sentido, las “mejores” universidades y escuelas de arquitectura para la reflexión de esta columna, y para el repensamiento que ya está en marcha. Un inevitable diluvio de ideas para las futuras generaciones.

Las mejores escuelas son muchísimas: la Escuela de Arquitectura de Oporto, Inspiradora en sus edificios diseñados por Alvaro Siza, “AA”: Architecture Association School of Architecture en Londres (para muchos la mejor), la Politécnica de Milán, de las más grandes –en cuanto a número de alumnos- y reconocidas del mundo, “IIT”, Illinois Institut  of Technology College of Architecture, con edificios proyectados por Mies Van der Rohe), Harvard, Columbia, Pratt, Sci-Arc, o Cornell en Estados Unidos (por citar solo algunas…), la Politécnica de Madrid o la Politécnica de Barcelona, entre muchísimas otras españolas, varias en Alemania, otras en Suiza, o Australia…cual es la mejor?. Bueno, de acuerdo al The Higher Education World University Rankings 2011 -2012, un sitio serio de ranking de universidades, sorprende la siguiente información:

Las mejores universidades del mundo son, en primer lugar las americanas California Institute of Technology, y Harvard, que tradicionalmente ocupa el primer sitio. Seguidas de Stanford University, University of Oxford (inglesa), Princeton University, University of Cambridge (inglesa), Massachusetts Institute of Technology, Imperial College of London (inglesa), University of Chicago, y Berkeley University of California, es decir, 7 americanas y 3 inglesas, que predominan en esa proporción dentro de las primeras doscientas. Por ejemplo, en el número 15 está la primera Universidad Suisa, en el número 19 la primera canadiense, en el número 30 la primera japonesa, en el número 32 la primera sueca, en el 34 la primera de Hong Kong, en el 37 la primera de Australia, en el 40 la primera de Singapur, en el 45 la primera alemana, en el 49 la primera de China, en el 53 la primera de Korea, en el 59 la primera de Francia, en el 67 la primera de Bélgica…en el 178 la Universidad de Sao Paulo en Brasil, primera y única latinoamericana dentro de las primeras doscientas, seguida de la 276, otra brasileña (Campinas) y la Pontificia Universidad Católica de Chile en el 351.

Suena aparatoso o frustrante, pero esta información tiene muchísimas lecturas y más perspectivas. Ellos miden 5 indicadores. El primero lo llaman enseñanza, que alude al plan de estudios. El segundo es la perspectiva internacional, que alude a la visión global en cuanto a campo de trabajo que tendrán que afrontar los estudiantes de hoy. El tercero, mide los ingresos que la carrera representa para su industria…que no queda muy claro. El cuarto mide la investigación, como actividad natural de la universidad, y el quinto indicador mide las citas, que alude a las publicaciones que genera cada universidad. Conforme.

Pero hay infinidad de ópticas o indicadores adicionales. Por mencionar algunas muy relevantes para nosotros: la escala, que es la proporción del número de alumnos y el número de profesores; una universidad gigante difícilmente facilitará una formación “detallada” a sus alumnos. Otra omisión de los rankigs serían los egresados, ciertamente son un activo y un indicador muy fuerte de la calidad de las mismas universidades  en que estudiaron. La edad de la Universidad influye mucho también; hay juventud y madurez  medibles, y hay excepciones descomunales como fue la Bauhaus en Alemania, o la propia Sci-Arc en California.

Particularmente hay algo sumamente cualitativo que no se mide y que trato de explicar. Si preguntáramos qué Universidad tiene a los “mejores alumnos”, seguramente ganaría Harvard (por ejemplo); si Harvard tiene a los mejores alumnos, entonces, más le valdría ser la mejor universidad…Aquí entraría en juego el nivel de las preparatorias y los bachilleratos, otro tema. Sin embrago, una universidad que recibe “alumnos normales” pero que produce magníficos profesionales, serios y comprometidos, no se puede medir en un ranking.

Comulgo con la visión que resulta de “pegar” dos frases muy célebres de nuestros grandes arquitectos Teodoro González de León: “la arquitectura no se enseña, se aprende”, y Antonio Attolini Lack: “la arquitectura se aprende, haciéndola”. Estas frases “esconden” fortalezas que las mejores escuelas de arquitectura deberían tener, pero que no se miden en estos rankings tampoco: primero la escala, nuevamente, ya que en la vida profesional, los proyectos se producen en células de trabajo, y se desarrollan en equipos interdisciplinarios de consultores externos. Y después los profesores. Si la arquitectura se aprende haciéndola, es imprescindible que los docentes sean arquitectos con práctica profesional, experimentados, y que la escuela tenga una visión de la “vida real”, cada vez más compleja y veloz. Los alumnos deben tener por fuerza el más amplio panorama de lo que ocurre cada día en el planeta.

Idearios, planes de estudio y programas, perfil docente y planes de formación de profesores, o las (cada día más importantes) metodologías de la enseñanza serán los ejes temáticos para acotar al universo de esta materia por repensar. Un reto enorme.

JVdM

Con Perspectiva 12feb2012 / “Hiperlumen. Una lección”

Hace unos días, respondiendo una encuesta de ranking de universidades, me topé con una pregunta verdaderamente curiosa e interesante: ¿de que empresas mexicanas de su ramo se siente orgulloso? Independientemente del “para qué” de la pregunta, estuve cierto tiempo “en blanco” hasta que llegaron a mi mente, dos: Cemex (quizás por mi experiencia en el Premio Obras Cemex 2010, una gran empresa…), y Lumen, por su más reciente tienda Hiperlumen en Insurgentes Sur, frente a la estación del metrobús Dr. Gálvez.

A través de estas líneas proponemos un “comentario descriptivo” de este edificio, ya que sin duda representa una lección por diversos motivos.

En primer término hay que recordar que la papelería Lumen, siempre se ha distinguido por su buena arquitectura desde las primeras tiendas: el muy prestigiado arquitecto Antonio Attolini Lack, estableció las bases de diseño, proyectó y construyó con maestría tiendas como la del Centro Histórico en la calle de República del Salvador, la tienda del Relox en Insurgentes Sur, o la extraordinaria tienda de Arquímedes en Polanco, con su gran pórtico de concreto aparente “enduelado”. Auténticas “boutiques” que aportaron conceptos como el “autoservicio” en vez del “mostrador”, y que integraron sin distingo, arquitectura, diseño industrial y diseño gráfico, con una calidad de obra inusitada.

La nueva tienda Hiperlumen constituye en realidad una “mudanza” ubicada a un costado del conocido y preexistente Hiperlumen “azul”, que a su vez contaba con uno de los más amplios frentes sobre Insurgentes Sur. En un terreno francamente estrecho, subutilizado, con una superficie y frente considerablemente menores, además de una restricción de 12 mts. de altura derivada de una zona de desarrollo controlado en Chimalistac, hoy se encuentra una nueva tienda sorprendente por las oportunidades de diseño que se encontraron en las limitaciones citadas arriba.

Los arquitectos Luis Méndez, Cesar Pérez Becerril y José Parrilla fueron los responsables del proyecto de este edificio que, además de resolver las necesidades de espacio implícitas en el encargo, cumple sobradamente con el reto y la solicitud de construir una “supertienda”. Se fijaron reglas conceptuales determinantes desde un inicio: una conciencia urbana sostenible, estructura, e instalaciones expuestas, un sistema constructivo totalmente aparente, que refrenda el valor de lo arquitectónicamente “verdadero”, y que refleja la visión, la personalidad y la “forma de ser” del negocio.

La solución arquitectónica parte de un basamento que contiene 3 niveles subterráneos de estacionamiento, trabajado con losas de concreto prefabricado “doble T”, sobre muros de concreto aparente impecablemente construidos. El edificio –levemente hundido para cumplir con los 12 mts. de altura límite-, desde el nivel de la banqueta se presenta súper ligero, ortogonal, ordenadísimo, todo a base de estructura metálica atornillada con una cancelería igualmente metálica de grandes planos horizontales de cristal. La estructura con sus columnas exentas al interior del edificio libera sus tres fachadas, acentuando la presencia de grandes muros cortina de cristal transparente con un gran parasol de placas de celosía metálica hacia el sur, regulando la luz de la “fachada larga”.

Se trata de un edificio muy transparente que deja ver todo lo que ocurre en su interior desde la banqueta y desde el automóvil inclusive. El sueño del local comercial ideal.

Cuando se ingresa a la tienda, peatonalmente desde insurgentes o desde el estacionamiento, se descubre que el edificio es amablemente “accesible” por el sistema de elevadores (encapsulados en cajas de cristal) que comunican al estacionamiento con la tienda en sus distintos niveles. Así mismo los núcleos de escaleras en granito gris natural –suspendidas de las techumbres en algunos casos- reflejan el cuidado artesanal de los despieces de todos los elementos arquitectónicos y estructurales del edificio. La solución de la tienda apostó, por un esquema de espacios a dobles alturas con mezzanines o balcones interiores, con iluminaciones cenitales y “dientes de sierra” hacia el norte, que si bien tuvieron un costo de sacrificio en metros cuadrados utilizables, producen una atmósfera de amplitud y bienestar ideal para la clientela. Otro acierto adicional.

Fieles a la tradición Attoliniana de diseñar todo integralmente, se repensó todo el mobiliario de la tienda: los mostradores de cristal, las mesas de trabajo, las cajas de cobro, las mesas de entrega de papel…todo con un alto grado de detalle y sofisticación funcional.

Vale la pena reflexionar cómo en un mundo cada vez más globalizado, (del otro lado de Insurgentes hay un Office Max, por ejemplo), sí podemos ser competitivos y mejores, inclusive. Este edificio es una respuesta interesante y una propuesta sumamente positiva del “cómo sí”. Como si la magnífica pieza de buena arquitectura fuera más que un lujo, un compromiso. Yo encontré una lección, enhorabuena.

JVdM

Con Perspectiva 05feb2012 / “Expectativas para la Ciudad de México”

Hace algunos domingos, iba caminando con mi hijo menor por la lateral del periférico, a la altura de la glorieta de San Jerónimo, en donde está el asta bandera al sur de la ciudad. Nos dimos al cumplimiento de algunas tareas domésticas menores, y siendo domingo, porqué no caminar… En este punto de la ciudad es muy aparatoso ver como se olvidaron por completo del peatón. Si uno quiere entrar al “Centro Comercial de La Comercial”, por ejemplo, hay un tramo largo en el que no hay más que andar entre los automóviles caminando. Un desastre. De allí tuvimos que retomar la lateral para lograr cruzar hacia la Unidad Independencia (de Alejandro Prieto y José María Gutiérrez), y encontrar una oficina de correos que efectivamente, allí está. Cuando llegamos al puente peatonal -de estos pre-colados de la penosa 1ª etapa del segundo piso del periférico- para cruzar, encontramos, ya arriba del puente, que estaba lleno de basura. Mi hijo me preguntó: papá, ¿por qué está lleno de basura?, independientemente de mi respuesta –no muy buena- lo relevante aquí es el comentario del niño, que refrenda ese “lugar común” que se da en muchas de nuestras familias: “si yo fuera presidente, tendría la ciudad limpísima”, …o “no habría baches en las calles”, o “los taxis serían mucho más padres”…Es algo muy curioso: los niños sienten que teniendo “el” poder (“si fuera presidente”) lo harían porque se les antoja fácil, alcanzable. Como si fuera una cuestión de voluntad política. Hasta los niños lo perciben. ¿En donde se hace tan difícil?, El niño ¿quisiera ser presidente?, o en realidad lo que quisiera es una ciudad limpia!.

Estamos viviendo una crisis en el tema de la basura ciertamente (complicadísimo), los taxistas no quedaron muy contentos con las políticas (requisitos) del actual gobierno, y se nota en el servicio y en los mismos taxis, los baches, bueno, ahora que empiecen las lluvias vienen de nuevo, y así sucesivamente en todas las agendas y renglones que se quieran.

¿Que debemos esperar del próximo gobierno del Distrito Federal?

Cada vez son más difíciles de identificar los límites de nuestra ciudad. Es una masa gigantesca, un mega-territorio que en muchos casos no acaba en sí mismo, sino en otro Estado. La ciudad es una supuesta “creación” de sustancias indefinibles, principalmente construcción sin planeación, azar, resignación, invasión, y arquitectura. Abraham Zabludovsky, un gran arquitecto que recordamos como “de gran escala”, aseguraba que los arquitectos cada vez teníamos menos que hacer en la ciudad, pero, en realidad, quienes sí? Términos como ciudad con proyecto, o planeación urbana, o programa de desarrollo, hoy parecen más bien incumplibles promesas de campaña. Creo que esto ocurre siempre que intentamos entender al DF como una ciudad uniforme, un ente “googlearth”, cuando menos y sin concientizar las zonas suburbanas que ya son Estado de México. Es imposible escapar a la postura apocalíptica, en los términos del famoso libro de Umberto Eco, “Apocalípticos e Integrados” (1965), en el que introduce el término de la “cultura de masas”.

Tomando esta notable lectura como referencia, la postura apocalíptica de la ciudad se podría definir como el resultado de la suma exponencial de diversos intereses de fragmentos de la sociedad o jugadores que la integran: desarrolladores inmobiliarios, comités vecinales, publicistas de exteriores, vendedores ambulantes, franeleros, trabajadores de la basura, taxistas, economías informales, etc.. Entonces lo que habría que esperarse de un buen jefe de gobierno es que fuera capaz de empatar al mayor número de intereses posibles, con el conocidísimo peligro de fracasar por eso, es decir, por querer quedar bien con todo el mundo; tristemente en democracia así es, en tanto sean votos, no hay mejor apuesta que la de querer quedar bien con todo el mundo.

Por otra parte, la postura “integrada” en este ejercicio de expectativas, sería localizar un “bien común” y blindarlo contra la inercia democratizadora y política que ata a la ciudad. En este sentido, a saber, la continuidad de las estrategias de la Autoridad del Espacio Público, el trasporte público de calidad y las bicicletas, la salvaguarda de nuestro Centro Histórico peatonalizando más calles, seguir mitigando el daño ocasionado hasta hoy por “su majestad el automóvil”, o cualquier iniciativa de re densificar la ciudad hacia su centro, promoviendo recuperaciones “verdes” en una ciudad francamente gris, (echando mano de la buena arquitectura para insertarla en donde se necesite, por supuesto), serán acciones muy bien recibidas, Los blindajes aludidos deben encontrarse en la sociedad civil y en instituciones no gubernamentales, universidades, colegios profesionales, academias nacionales, organizaciones no gubernamentales, o inclusive en un Conaculta más autónomo. El gobierno tendrá que trabajar mucho más con esta visión “integrada”, que por añadidura legitimaría su obra.

La historia del inicio de la columna es buena por eso, porque cualquier niño de primaria, siente la necesidad de ser presidente para promover un bien común: una ciudad limpia, por ejemplo. Lo que percibimos hoy agudamente, es una desesperada necesidad de tener el poder, pero nada más.

JVdM

Con Perspectiva 27ene2012 / “Plaza de la República”

Desde el automóvil o del transporte público se puede adviertir que se trata de un rescate urbano importante, después, peatonalmente, constatamos que se trata de un trabajo muy serio y cuidadoso.

Gracias al libro “Plaza de la República” (realizado por el Gobierno de la Ciudad de México, a través de La Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda y la Autoridad del Espacio Público), hemos podido revisar con cuidado no solo el proceso de la reciente obra, sino los fantásticos antecedentes que este monumento representa para nuestra historia: de lo que todos tenemos noción pero casi nadie sabemos.

En primer término, la historia del concurso internacional organizado en 1897 para construir el Palacio Legislativo Federal, en la expectativa que Porfirio Díaz tenía de conmemorar el centenario del inicio de nuestra Independencia, así como de “dotarnos” con un edificio tan importante para nuestra ciudad como el Capitolio de Washington, ya es sobradamente interesante, porque nos ubica en un conexto histórico claro que nos ayuda a entender y conocer mejor la obra.

El relato del concurso es revelador por la información gráfica e histórica que presenta. La participación de arquitectos prestigiados de México y el mundo, la declaración de un primer lugar “vacante” dejando a tres proyectos empatados. Después la determinación de que se construiría el tercer lugar, sin éxito, hasta llegar a la decisión de que se realizaría el proyecto de un miembro del jurado que ya tenía ciertos avances, para que, ante las severas críticas y cuestionamientos que por este fallido concurso se sucitaron, se asignara finalmente el proyecto, en 1902, a un arquitecto de gran prestigio: Émile Bénard.

De origen francés, Bérnard trabajó con Charles Garnier durante el proyecto de la Ópera de Paris, se formó en la École des Beaux-Arts, y recientemente había ganado el concurso internacional para construir la Universidad de Berkeley, en Estados Unidos. De acuerdo a la expectativa, Bénard elaboró un proyecto de gran magnificencia, que pese a los probemas de subsuelo y terreno de la Ciudad de México, logró cimentarse y estructurarse en gran medida (con estructura metálica). Para 1911, el predio ya se había consolidado con 17,000 pilotes que cargan una plataforma de concreto sobre la que se desplantaron los primeros emparrillados de vigas de acero procedentes de Nueva York…pero fue en este año 1911 –fin del período porfirista-  en que se detuvo la obra por el movimiento revolucionario, quedando abandonada por más de dos décadas.

Bénard se retiró del País pero regresó en 1919, y viendo el deterioro de la obra propuso al gobierno de México construir un monumento para honrar a los hombres ilustres…entonces elaboró el proyecto para el Panteón de los Héroes, en el que reutiliazaba buena parte de las esculturas y ornamenteos del viejo Palacio Legislativo, pero tampoco se construyó. De la obra abandonada se utilizaron muy diversas piezas, como figuras de mármol para la fachada prinicipal de Bellas Artes, el águilia de lámina de cobre dorado del Monumento a la Raza, o los leones de bronce de la escalinata principal en la entrada del Bosque de Chapultpec.

No fue sino hasta 1932, cuando el Arq. Carlos Oregón Santacilia (1896-1961) buscó al gobierno federal para salvar la cúpula (aparentemente iban a desmontar todo), que estaba en muy buen estado y plantear un proyecto conmemorativo de la Revolución Mexicana.

En este segundo término, ahora veamos a lo que se enfrentó Carlos Obregón Santacilia. Una estructura de acero abandonada durante más de dos décadas con unas proporciones inmensas previstas para la “sala de pasos ocultos” del palacio legislativo, en buen estado y con buena cimentación (no presntaba hundimiento alguno). Le tomó cinco años erigir el monuento de la Revolución. No fue ni por mucho de sus primeras obras, en su haber ya estaban, por citar sólo algunas, el edificio de la Lotería Nacional (1924) el Banco de México (1926), y el Departamento de Salubridad, hoy Secretaría de Salud (1926), obra que tuve la oportuniad de conocer recientemente y que me impresionó mucho más de lo que hubiera imaginado. Muy resumidamente, Obregón fué un arquitecto que trabajó muchísimo con diversas piedras de cantera, y esculipó una arquitectura de búsqueda, más bien monumental, y que abrió caminos para encontrar nuestra identidad nacional.

Las Esculturas de Oliverio Martínez ocupan un lugar muy importante en el relato de esta obra, ya que coronan los cuatro machones que soportan a la gran cúpula. Ganador del concurso convocado por el comité ejecutivo de la gran comisión del Patronato del Monumento a la Revolución, el conjunto de grupos escultóricos exaltan monumentalidad, masividad, tectonicidad, y un afortunado mensaje de corte nacionalista. Tristemente Oliverio Martínez murió al poco tiempo de haber concluido esta obra, con un reconocimiento mucho menor al merecido.

Después de 70 años, el monumento envejeció sin mayor mantenimiento y requirió de una importante renovación; lo que podemos visistar hoy es, a saber, mucho más que la ya de por sí magnífica restauración del monumento. Se revitalizó, incorpoando un elevador panorámico que hace posible visitar su interior –ya el Premio Obras Cemex reconoció a La Plaza de la República con el primer lugar en Aceesbilidad-. Se recuperó la plaza y la zona en los primeros tramos de las calles aledañas, con fuentes, vegetación, mobilirario urbano, una iluminación de gran calidad, redefiniendo áreas peatonales y vehiculares, y apostando por la integración del eje que lo conecta con Av. Juárez hasta Bellas Artes. Se reutilizó el espacio inferior para reestructurar el Museo Nacional de la Revolución Mexicana, y se incorporó un estacionamiento subterráneo para 700 vehículos. Con todo, se puede pensar que lo más importante es lo que no se ve aún, y que si no fallan los juicios de valor que ha implementado aquí la Seduvi y la Autoridad del Espacio Público con su probado equipo, en cuanto al uso del suelo, lo que tendremos como resultado en un corto plazo será la tan anhelada regeneración urbana alrededor de la Plaza de la República. Enhorabuena.

 JVdM

Con Perspectiva 22ene2012 / “Habitabilidad: esencia de la Arquitectura”

El pasado 12 de enero se llevó a cabo la primera reunión de la Academia Nacional de Arquitectura después del nombramiento de los nuevos 44 Miembros de Número del pasado mes de noviembre.

En la agenda prevista para los cuatro seminarios que integran los trabajos, ya se vislumbran planes para atacar temas urgentes como los de la salvaguarda de las obras, su autoría, y la prefiguración de una metodología para los concursos de arquitectura en México.

Hoy nos ocupamos de la “habitabilidad”.

Nuestra tarea es encontrar mejoramiento de espacios públicos y privados, y de la calidad de vida de la población en su conjunto, con todo lo que esto significa. Poco ingente el reto…

La palabra habitabilidad, de acuerdo a la definición de la Real Academia de la Lengua es la “cualidad de habitable, y en particular la que, con arreglo a determinadas normas legales, tiene un local o una vivienda” El término Habitar deriva del latín habitare que significa “ocupar un lugar”, “vivir en él”. Según Martin Heidegger, somos en la medida en que habitamos, ser hombre (y ser mujer) significa: estar en la tierra como mortal, significa: habitar. La apropiación del lugar significa construirlo: habitarlo, en conformidad a la dignidad de las personas.

El arquitecto José María Gutiérrez, dirige a los 11 arquitectos que nos encargaremos de este tema. Para él la primera noción de habitabilidad como término de cualidad, se tuvo durante la Declaración Sobre los Asentamientos Humanos que se llevó a cabo en Vancouver el 11 de junio de 1976, en donde, a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos se denominó: HABITAT. Pensamos partir desde allí, pero pronto nos dimos cuenta que habría que ir mucho más atrás.

En un contexto en el que las condiciones de habitabilidad son sumamente deficientes y cuestionables (léase calidad de vida), y ante la necesidad de establecer un camino a seguir con metas reales, digamos, la producción de cierto “plan” efectivo que permita acercarnos a una mayor habitabilidad del gran asentamiento humano llamado ciudad, optamos por un ejercicio profundo de “repensamiento de la arquitectura”, en un momento protagonizado por un hombre súper moderno que no reflexiona, sino que “calcula”.

Coincidimos en que hubo cierto momento que los arquitectos perdimos los pocos hilos que tuvimos sobre la ciudad. Quedamos descolocados hasta llegar a un punto de crisis. Se puede pensar que la ciudad es una gran obra producida por el hombre, pero en el caso del Distrito Federal 60% de la mancha urbana tuvo su origen en invasiones. La vivienda, por ejemplo, se convirtió en una excusa para generar riqueza, pero la calidad de vida se vino abajo. Conjuntos habitacionales de interés social gigantescos que degeneraron en focos de inseguridad y violencia, modificando la manera de vivir de las familias. La explosión de la mancha urbana, en lo que toca al transporte, llegó a un grado tal que el automóvil ya no nos acerca sino nos aleja.

Si la habitabilidad es la esencia de la arquitectura, entonces, hoy por hoy, debería ser un oficio interdisciplinario: urbanismo, diseño industrial, ingeniería, sociología, filosofía, biología, o ciencia política. En este sentido, la relevancia que juegan las universidades y la enseñanza de la arquitectura es fundamental, y ante la necesidad de ir avanzando por un camino que se antoja más bien largo, algunos seminarios hemos iniciado ciclos de conferencias (el nuestro en la escuela de arquitectura de la Anáhuac México Sur) con los nuevos miembros de la Academia Nacional en el tema de Habitabilidad.

El pasado miércoles 18 fue la primera participación a cargo del Arquitecto Honorato Carrasco, quien dictó una charla magistral revisando la arquitectura desde su origen como objeto, hasta nuestros días de espejismos mediáticos, dejándonos un “ideario” puntual sobre su visión de la Arquitectura:

“Lo edificado, lo que se vincula al sitio, lo sensorial, lo habitable, y lo recorrible”.

JVdM

Con Perspectiva 15ene2012 / “De concursos y otras historias”

La “tormenta eléctrica” de ataques y notas reprobatorias desatadas por (la inauguración de) la Estela de Luz, no hacen más que enrarecer aún más el “ciertamente incierto” año en un momento histórico desdibujado por el inevitable clima electoral de la transición sexenal. ¿Porque?, bueno, si la crítica es “aquello que agregando o sustrayendo a una obra, la hace perfecta” (definición del genial escritor español Enrique Jardiel Poncela), entonces es imposible pronunciarse. Sin embargo, la noticia en materia de arquitectura con perspectiva, nos da mucho tramo para reflexionar en algo sumamente importante para los arquitectos: los concursos.

Más que una crítica, aquí un repaso en este sentido para sacar algunas reflexiones pertinentes. De los concursos de arquitectura en México, el primero que recuerdo –a la mitad de la carrera en la Universidad-  es el de la Plaza de la Solidaridad en Av. Juárez motivado para conmemorar el terremoto de 1985. Se decía que este concurso era una oportunidad de reivindicar a los arquitectos… No se hizo. La propuesta ganadora, del Luis Vicente Flores, incorporaba un hotel “no solicitado” al centro de la plaza (hay que recordar que allí estaba el Hotel Regis, que se derrumbó con el sismo del 85).

1ª reflexión: cuando se participa en un concurso de arquitectura, se puede cumplir o no con lo solicitado, uno mide el riesgo porque al fin y al cabo es una apuesta. Hay muchos concursos ganados (afortunadamente inclusive) con propuestas “fuera de reglamento” del concurso en cuestión.

En 1989, el Colegio de Arquitectos lanzó la convocatoria nacional y abierta del Concurso para el Centro Urbano de Solidaridad en Chalco, promovido por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. Fue un concurso bien organizado con el primer lugar obtenido por los arquitectos Álvarez, Kalach, Albín, Vasconcelos y Elizondo, que llegó hasta la contratación y el pago de los diversos proyectos ejecutivos que integrarían dicho centro urbano, pero finalmente no se construyó.

2ª reflexión: cuando se gana un concurso, no es seguro que se vaya a construir. Aquí lo increíble es que se pagaron los proyectos ejecutivos y no se construyeron.

En 1999, al año de haber llegado al Gobierno del DF, Cuauhtémoc Cárdenas convocó un concurso nacional y abierto para la rehabilitación del Zócalo; bien organizado, en dos etapas, y que al final, habiéndose definido el equipo ganador encabezado por Ernesto Betancourt,  se politizó en una riña banal sobre el futuro del atrio de la Catedral. Buen concurso, muy buenas propuestas, pero no llegó a buen puerto.

3ª reflexión: No necesariamente la mejor propuesta es la ganadora; en el concurso del zócalo (me) daba la impresión –aquí sí-  de que agregando algunas ideas de los 15 finalistas al proyecto ganador, se podría reinventar una propuesta ganadora, absoluta y rotunda. Raro, pero pasa.

En 2000 vino otro concurso, este no muy bien organizado –ni los tiempos, ni los premios, sin jurado…- que parecía un poco la continuación del anterior: La casa de las Ajaracas, para albergar allí a la Casa del Jefe de Gobierno del DF, ganado por Javier y Félix Sanchez. No se construyó.

En 2003, el CONACULTA abrió la convocatoria para un concurso internacional abierto y obtener el proyecto de la Mega Biblioteca José Vasconcelos. La gran obra de Vicente Fox. El concurso de indudable claridad, ganado por un equipo encabezado por Alberto Kalach, tuvo la particularidad de no ser completamente anónimo en su primera etapa y eso inhibió la participación de muchos despachos… La biblioteca es el primer edificio construido de relevancia nacional derivado de un concurso abierto de arquitectura, pero no se salvó de la crítica y de los ataques feroces también.

4ª reflexión: siempre será imposible quedar bien con todo el mundo.

En 2004 se llevaron a cabo dos concursos nacionales importantes para nuestra arquitectura: El de la terminal 2 del Aeropuerto de la Ciudad de México, ganado por Francisco Serrano  y el del Senado de la República en el paseo de la Reforma, ganado por Javier Muñoz, ambos construidos, con bases muy distintas pero no exentos de gran polémica también, sobre todo el del Senado.

En 2007 se lanzó otro concurso internacional y abierto para la renovación de la Plaza de Tlaxcoaque, previendo que sería un símbolo para los festejos del bicentenario. El proyecto ganador fue el de un equipo encabezado por  los arquitectos René Caro, Antonio Espósito y Elena Bruschi, y, aunque no se construyó, la Autoridad del Espacio Público anunció recientemente que pretende llevar a cabo solo parte de la propuesta ganadora este año. No estuvo exento de polémica y de obstáculos tampoco…

En enero de 2009, por último, hubo dos convocatorias muy relevantes. La primera, a nivel nacional y abierta, para el Pabellón de México en  la Exposición Universal de México en Shanghái, ganada por los arquitectos Mónica Orozco, Moritz Melchert, Juan Carlos Vidal, Israel Álvarez, Mariana Tello, Edgar Ramírez, y la segunda, la del concurso nacional por invitación, para el “Monumento Arco Conmemorativo del Bicentenario del Inicio de la Independencia Nacional”, ganado por un equipo de 24 arquitectos  encabezados por Cesar Pérez Becerril, ambos, pabellón y monumento, construidos.

5ª reflexión, y última: aunque hemos avanzado lentamente hacia una cultura de concursos de arquitectura, falta mucho por hacer todavía. Las polémicas y los ataques se deben a muchísimos factores que rebasan lo meramente arquitectónico y que generalmente se presentan en el “tránsito”  que hay que recorrer desde el día de la premiación del concurso, hasta la entrega de la obra. Muchas polémicas se podrían evitar de base, y en términos de obras públicas más, desde las bases de los concursos. Si son de orden nacional, han de ser nacionales, abiertos (incluyentes), plurales, y de organización impecable.

 JVdM

Con Perspectiva 08ene2012 / “Ricardo Legorreta, 1931-2011”

No conocí personalmente al arquitecto Ricardo Legorreta. Sí lo saludé algunas veces en la universidad, y en algún evento, pero nada más. Tengo sus libros y algunos vídeos pero a lo que voy es que no escribo desde una posición de erudición o de dominio de su vida y de su obra, sino más bien movido por la triste noticia de su fallecimiento, y por la necesidad de recordarle en un sencillo homenaje a través de estas líneas.

Curiosamente los primeros encuentros con la arquitectura que distinguimos como “propia” (otra forma de llamar al regionalismo crítico de Kenneth Frampton) los tuve desde la infancia a través de la obra de Legorreta. Víctor (su hijo y socio) era del grupo de “la ronda” en la primaria. Cuando pasábamos por él en la mañana, nos llamaba mucho la atención el color naranja de las puertas del estacionamiento de su casa; percibíamos, a manera de “noción”, que Víctor vivía en una casa especial, simplemente por la puerta de donde salía. Esa casa era también la oficina de Legorreta Arquitectos; y el actual domicilio. Por otra parte, el Colegio Ignacio L. Vallarta de Av. Constituyentes (en donde estudiaba mi hermana, y que hasta hace muy poco descubrí que también es obra de Legorreta), también captaba nuestra atención por la composición de sus grandes placas de concreto suspendidas de la fachada principal. Nuevamente transmitía esa atmósfera de lugar especial.

No recuerdo cuando fue la primera vez que estuve en el (hotel) Camino Real de la Ciudad de México –terminado en 1968-, seguramente en la infancia también, pero desde entonces ya lo consideraba extraordinario. Es una cuestión de “atmósferas”. Estudiando arquitectura (hasta la fecha una visita obligada para cualquier estudiante) decidí que de sus obras, era mi favorita. La “espiral” de lugares, o mejor dicho, la forma en la que se “suceden” los distintos espacios dentro del edificio es algo sumamente especial y fascinante. El patio de acceso “pentagonal” con la celosía “rosa mexicano” de Mathias Goeritz, el muro amarillo y la fuente con olas, el lobby con el mural de Rufino Tamayo, o las escaleras anchísimas, siempre conviviendo con obras de arte, constituyen ya un lugar del que nos hemos apropiado todos. Este edificio establece de alguna manera, los valores que definirán a la obra subsiguiente de Ricardo Legorreta: la inspiración en nuestras raíces pre-hispánicas y coloniales, la proporción de sus espacios, la importancia del acceso principal y la bienvenida, los cambios de escala –espacios angostos que preceden a los muy amplios-, la forma siempre obligada de descubrir poco a poco los lugares, las sorpresas en las perspectivas y los remates visuales, el uso del color con el que tanto lo identificamos, grandes muros aplanados de cemento-arena, canteras, madera, barro, celosías, pérgolas, patios, fuentes…El Hotel Camino Real marca un antes y un después para la Ciudad de México, y ciertamente es el inicio de la gran contribución que Ricardo Legorreta hizo a nuestra arquitectura: introdujo “escala” –hasta la monumentalidad-  explorando los límites, si se quiere ver así, al camino que inició Luis Barragán con una obra más bien íntima.

Trabajó con José Villagrán García (pilar de nuestra arquitectura moderna y con quien seguramente forjó su disciplina en el trabajo) desde 1948 hasta 1960, año en el que inició su actividad profesional independiente, y conoció a través de Mathias Goeritz a Luis Barragán en 1966, cuando ya tenía el encargo del Camino Real. Siempre se le ha asociado como amigo y discípulo de Barragán, pero estas notas curriculares son, a saber, los golpes de timón que definieron su rumbo y su vida como arquitecto, en términos muy sintéticos.

El Camino Real de Ixtapa (hoy Westin Brisas Ixtapa) – terminado en 1981- es, por muchas razones, otra obra capital de Ricardo Legorreta. Una especie de manifiesto de que la buena arquitectura no destruye la naturaleza, sino la exalta. A partir de un genial y sencillo esquema “resuelto en corte” (explorado previamente con éxito en el Camino Real de Cancún), este edificio aportó una propuesta arquitectónica altamente singular. Basta con ver la solución del vestíbulo que remata con el Océano Pacífico, en donde las puestas de sol se convierten en verdaderas ofrendas rituales. El edificio incrustado en la montaña semejante a un gran “tablero” de habitaciones como pichoneras y hamacas con vista al mar, su color predominante que se mimetiza con la tierra del lugar, la decoración y el mobiliario, el espléndido diseño gráfico, el magistral complejo de albercas, o la cafetería “Los Azulejos” flotando en la selva circundante, son lugares que nacieron icónicos y patrimoniales para México. Esta obra –como tantas otras que construyó- expresa muy claramente la voluntad de Ricardo Legorreta de producir placer con el simple paseo dentro del espacio arquitectónico. El gozo de la arquitectura.

La Casa de Ricardo Montalbán marcó el inicio, en los años 80´s, de una prolija obra internacional que hoy se identifica en una prestigiada firma, Legorreta + Legorreta-, de probada presencia en los cinco continentes, ya con la participación de Víctor desde principios de los años 90’s.

Una pérdida para México y para nuestra arquitectura, Ricardo Legorreta Vilchis, de personalidad arrolladora en su misma sencillez, encontró en la grandeza de México una forma de expresión que tradujo en estilo propio, y que exportó con orgullo, consiguiendo para nuestro país un alto reconocimiento que materializó con muchísimos premios y reconocimientos merecidamente…Descanse en paz.

JVdM

 

PREMIOS Y RECONOCIMINETOS DE RICARDO LEGORRETA

 

2011

 Doctorado Honoris Causa, UNAM, Ciudad de México, México.

 Reconocimiento del Gobierno de la Ciudad de México, México.

 Praemium Imperiale. Tokio, Japón.

 

2009

 Premio Nacional de Arquitectura. Ciudad de México, México.

 

2007

 Premio Beethoven a la Creatividad Arquitectónica en las Américas.

 Medalla Anáhuac en Arquitectura, Universidad Anáhuac.

 Premio Internacional por la Sociedad de Arqs. Americanos Registrados SANA

 

2005

 Medalla de oro, Federación Panamericana de Asociaciones de Arquitectos.

 

2004

 Doctorado Honoris Causa, Universidad Roger Williams, Bristol, E.U.A.

 Medalla Manuel Tolsa, UNAM, Ciudad de México, México.

 

2003

 Homenaje ARPAFIL (Arte, Arquitectura y Patrimonio), Guadalajara, Jalisco.

 

2002

 Reconocimiento de la Federación y el Colegio de Arquitectos Cancún A.C.

Grado de Doctor de Letras Humanas del Colegio de Santa Fe, E.U.A.

 Imposición de la Encomienda de Isabel la Católica del Gobierno Español.

 

2001

 “Premio de Obras CEMEX”, 1er Premio a la Vida y Obra Cemex.

 Medalla al Mérito Profesional Turístico “César Balsa”, Ciudad de México.

 

2000

 Medalla de Oro del Instituto Americano de Arquitectos (AIA).

 Plato de Oro de la Academy of Achievement, Arizona, E.U.A.

 

1999

 Medalla de Oro, Unión Internacional de Arquitectos (UIA).

 

1993

 “Creador Emérito del Sistema Nacional de Creadores”, México.

 

1992

 Premio “Arquitecto de las Américas”, Montevideo, Uruguay.

 

1991

 Premio Nacional de Artes del Gobierno Mexicano.

 

1990

 Nombrado entre los 30 Arquitectos Líderes por el Programa de Arquitectura Domino’s, E.U.A.

 Académico titular de la Academia Internacional de Arquitectura, Sofía, Bulgaria.

1988

 Académico de Número de la Academia de Artes México

Con Perspectiva 25dic2011 / 2012: Sostenibilidad para un futuro cercano

(Cerrando el 2011), hoy intentamos una visión con perspectiva arquitectónica –aunque sea a manera de “boceto”- de lo que puede esperarse para el próximo año 2012. Cayendo en la cuenta de que la idea es tan comprometedora como “jugar al futurólogo”, (ni como saber hablando de México y de un plazo tan corto), podemos ubicar cuando menos lo que sí se sabe desde ahora, finalizando con lo que quisiéramos para el año entrante y para el futuro de México naturalmente.

2012 es un año “último del sexenio”,  y supuestamente no es el mejor para los arquitectos; no queda claro si es un mito, o no, o solo en parte, debido a que la construcción entra en un pseudo “stand by” generado por el vértigo del año electoral.  Las obras públicas entran en su etapa final, se tienen que inaugurar, y en estas condiciones es reiterativo olvidar que la arquitectura permanecerá, quedará allí. Los proyectos nuevos tienden a esperar al siguiente sexenio y curiosamente estos nuevos proyectos generalmente son desconocidos o inesperados. Es mucho más que una lata: un problema político. La cota sexenal, y la atmósfera de que todo “va de nuevo” con el cambio de gobierno es algo que, por lo menos en nuestro país y en nuestro oficio definitivamente, afecta muchísimo. Nos obliga a ver todo con inmediatez, y por consiguiente con muy poca visión de largo plazo. El largo plazo son 6 años.

La asignatura que aparentemente “nace” blindada contra el ritmo sexenal, y que propongo como visión de futuro cercano por el momento es la sostenibilidad. Entendida –sintéticamente- como aquello que no compromete a las futuras generaciones, no puede verse con inmediatez, aunque sí con urgencia.  Su nacimiento es una “caída del veinte” que nos obliga a vernos ahora como habitantes del planeta, y como mexicanos quedamos colocados en cierto grupo de países con papel preponderante dentro de la escena mundial.

Hoy en día vemos prácticamente al instante lo que se está haciendo en todas partes. Estamos interconectados, y esto enriquece y enloquece la producción de los arquitectos exponencialmente introduciendo nuevos peligros derivados de la globalización como reflejo de la revolución tecnológica.

Vemos lo que hacen en otras latitudes, digamos Finlandia, nos fascinamos, y lo reproducimos en la primera oportunidad de diseño que tenemos. Perdemos de vista que no somos finlandeses y que su clima y su luz poco tienen que ver con nosotros. Es un fenómeno que pasa todo el tiempo: nos deslumbrarnos fácilmente con lo que se hace en otras partes y tendemos a repetirlo equivocando muchas veces la “tropicalización” (entre los trópicos de cáncer y capricornio...) propia de nosotros.

En su brillante artículo (publicado en el suplemento Babelia número 100 de El País el pasado 22 de enero del presente) Norman Foster esboza magistralmente el futuro de la arquitectura a partir de varios temas que, sin embargo, nos quedan a la perfección: El aumento masivo de la producción y el consumo de energía, como estrategia para mitigar las grandes diferencias socioeconómicas de las economías emergentes (nosotros estamos allí, junto con Brasil, China, India y Sudáfrica en el Grupo de los Cinco G-5) resulta inaplazable. Pensar en edificios que utilicen menos energía, produciendo cero carbono y cero residuos, o que inclusive la generen para devolverla a todos, no debería ser algo inalcanzable. Pensar en una dirección tal que apunte a la fusión entre infraestructura y arquitectura como propuesta al futuro de la ciudad y como solución a los “mega territorios” (propuesta y termino que define Foster como la construcción entre centros), debe ocuparnos ya de manera sostenida. El repensamiento de la periferia como factor de insostenibilidad por los continuos desplazamientos y consumo de gasolina, o la búsqueda de una mayor urbanización con menor consumo, es la tarea inevitable. Intentando traducir estas estrategias en vida cotidiana, podemos prever que, curiosamente, el auge que ha cobrado la sostenibilidad como moda, no es de gran ayuda. Es mucho más que “ser verde”; se trata de cambiar nuestra forma de vida paulatinamente. Estamos apenas en un punto de inicio hacia dónde moverse. Una asignatura ingente que implica, además de lo dicho más arriba, reciclaje, uso del suelo, vialidad, trasporte, agua, o basura, en una nueva forma de trabajo interdisciplinaria que debemos desempeñar los arquitectos desde la necesaria moderación.

JVdM

Con Perspectiva 18dic2011 / El siglo XX. Una reflexión obligada

En mi columna de la semana pasada sobre el “estilo”, concluyo con una reflexión que identifica cierta mexicanidad como común denominador, diáfano y ostensible, de nuestra arquitectura más apreciada. La reflexión puede sonar superficial, pero sirve para demostrar que nuestro oficio es reflejo inevitable de “cómo vivimos”. Octavio Paz definió a la arquitectura como “…el testigo insobornable de la historia, porque no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él el testigo de una época, su cultura, su sociedad, sus intenciones..."

Y así las cosas, en el discurso académico y bien intencionado que no corresponde del todo con el status quo de las ciudades, el estilo (la manera de hacer las cosas) se tornó en actitud o posición desde el siglo pasado: ¿Qué actitud tomas frente a tal o cual problema de arquitectura? Aunque la respuesta puede derivar en una serie “ismos” (modernismo, postmodernismo, deconstructivismo…) ya trae implícita la contemporaneidad característica de nuestro tiempo y que invita a reflexionar.

El siglo XX representó – a través de diversos sucesos que inician con la modernidad misma- el arranque y la aceleración que nos llevó a la velocidad que caracteriza el presente de nuestra arquitectura. La Ciudad de México creció de 340 mil habitantes del año 1900, a 18 millones del año 2000 en números redondos.

Para esta reflexión, me apoyo en el nuevo libro 100 x 100 ARQUITECTOS DEL SIGLO XX EN MÉXICO, de Fernanda Canales y Alejandro Hernández, editado por Arquine, y comentado por Miquel Adrià, Teodoro González de León, Jesús Silva Herzog Márquez, Félix Sánchez y los autores, durante su presentación el pasado 29 de septiembre en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco.

Se trata de un documento que a partir de una selección sumamente cuidada pero forzada a 100 arquitectos, narra la historia y el desarrollo de la arquitectura del siglo pasado en varias dimensiones con un formato de altísima calidad. Una especie de diccionario o catálogo que marca líneas de tiempo, gráficas de relaciones, colaboraciones y de escuelas inclusive, que prefiguran a este libro como referente ineludible para arquitectos y para quienes se interesen en el entorno habitable de México en el siglo XX.

Además de revisar los “monumentos” (subrayando la histórica tendencia de nuestra arquitectura hacia lo monumental…) del siglo pasado, como el Palacio de Bellas Artes de Adamo Boari, el Monumento a la Revolución de Carlos Obregón Santacilia, o la Columna de la Independencia de Antonio Rivas Mercado (disculpando las omisiones derivadas de lo subjetivo), me resulta más interesante y útil identificar ciertos “momentos socio-trascendentales” que movieron hacia adelante el reloj de nuestra arquitectura del siglo pasado:

Los planes urbanos para las colonias Hipódromo (Condesa) y Chapultepec Heights (Las Lomas) en 1922 de José Luis Cuevas, representan ejemplos de la expansión de la Ciudad y la apuesta por la periferia. Si bien se pueden distinguir valores compositivos similares en ambos casos (parques y vegetación), hoy son colonias muy distintas: en la Condesa predomina el peatón mientras que en las Lomas el automóvil. Se vale reflexionar…

La llegada de la modernidad en 1925 con el Instituto de Higiene  y el Hospital para la Tuberculosis de José Villagrán García, considerado el padre de la arquitectura moderna en México, seguido de Juan O ‘Gorman a través de la arquitectura funcionalista con las primeras casas para su familia y después las de Diego Rivera y Frida Kahlo en San Ángel en 1932, representan el anhelo de un México sumado al desarrollo mundial y a un modelo de hombre moderno heredados de Le Corbusier en cierta medida. Todo un cuestionamiento sobre habitabilidad.

La explosión urbano-inmobiliaria promovida en el sexenio del presidente Miguel Alemán (1946 -1952) sin duda representa un momento “pico” para la historia de la arquitectura mexicana. La Ciudad Universitaria –el mejor ejemplo- constituye una obra colectiva en la que participaron los mejores arquitectos y artistas de México: Mario Pani, Enrique del Moral, José Villagrán Carlos Lazo, Juan O ‘Gorman, Alberto T. Arai, Ramón Torres, Pedro Ramírez Vázquez, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Francisco Eppens, Félix Candela, entre más de doscientos coautores. La “CU” es una obra excepcional, que a su vez custodia piezas invaluables de arquitectura mexicana, sin temor al adjetivo, cuando pensamos en la biblioteca central de Juan O´ Gorman, o en el estadio universitario de Augusto Pérez Palacios, entre otras joyas que sin duda destacan por su arraigo en nuestra memoria urbana colectiva.

El 68 a su vez produjo más obras emblemáticas en el contexto de los juegos olímpicos potenciando en buena medida una última visión posible de ciudad ligada a la arquitectura: el Estadio Azteca de Pedro Ramírez Vázquez, el Palacio de los Deportes de Félix Candela con Enrique Castañeda, la Villa Olímpica de Agustín Hernández con Ramón Torres y Manuel González Rul, por citar sólo a algunos, arribando – para terminar-  a la época del Pedregal de San Angel con la obra de Luis Barragán, Francisco Artigas, Antonio Attolini… a La época del Camino Real de Ricardo Legorreta o la del Museo de Antropología e Historia de Ramírez Vázquez, del Infonavit o del Museo Tamayo de Teodoro González de León con Abraham Zabludovsky, del Colegio Militar de Agustín Hernández, de las arquitecturas de tabique de Carlos Mijares… y de tantos otros que prepararon con su actividad creativa el camino propio a las siguientes generaciones. Hasta aquí la reflexión.

JVdM

Con Perspectiva 11dic2011 / Estilo. Una forma de ver la arquitectura

Si asumimos “la manera de hacer las coas” como la definición de estilo, veremos claramente la dificultad que representa responder a la pregunta: ¿(y tú) qué estilo tienes, o eres? En arquitectura es una pregunta recurrente porque hay muchas formas de hacer las cosas. Moderno, postmoderno, colonial, “neocolonial” contemporáneo, contemporáneo mexicano, clásico o minimalista, son más bien etiquetas que caracterizan una moda, género, o periodo artístico, si se quiere.

La palabra vocabulario por su parte, alude al “material formal y de elementos constructivos” a los que recurrimos (los arquitectos) para resolver nuestros proyectos. Por ejemplo, Luis Barragán, hasta hoy el único Pritzker mexicano, (equivalente al Nobel de Arquitectura) se hizo de un vocabulario “esencial” de grandes muros de color, patios interiores, jardines o espejos de agua, con los que logró producir una obra inusitada, de gran calidad y altamente reconocida en el mundo (aunque de una escala predominantemente menor, privada e íntima). Su vocabulario se formó con tiempo, y la obra que le dio fama no fue sino la de la última etapa de su vida profesional.

 Arquitectura siempre ha sido una carrera de noviciado largo; es común leer que los arquitectos antes de los 45 o 50 años todavía son jóvenes. Sin embargo hoy tenemos la impresión de que su tiempo de “gestación” pudiera acortarse gracias a la revolución mediática de nuestro tiempo (en referencia al fenómeno “garageband” experimentado por la música, o a las herramientas tecnológicas que dominan las generaciones más jóvenes), pero aún así es cuestionable. Teodoro González de León afirma que la arquitectura no se enseña, sino se aprende; y Antonio Attolini Lack asegura que se aprende haciéndola, de tal suerte que la madurez en cuanto a estilo propio u originalidad inclusive, depende del talento, ciertamente, pero mucho más del ejercicio profesional y de la experiencia.

 Si bien la reflexión hasta aquí alude al arquitecto como individuo, su trabajo trasciende a lo social desde el momento en que su obra ocupa y genera el espacio público. Hacemos  arquitectura, que a su vez se convierte en asentamiento humano, territorio construido, o ciudad. No se trata de una disciplina aislada que prefigura ciudades fortuitamente. José Villagrán García la define como un punto localizable en dos coordenadas: la del tiempo histórico, y la del espacio geográfico; en este sentido México es un país reconocido mundialmente por su arquitectura, el visitante viene y “se admira”.  La cantera, el recinto y el tezontle dominan una paleta de materiales que la gente asocia de forma natural con nuestro país y con nuestras ciudades, amén de nuestra riqueza pre-hispánica, de nuestra cultura y de nuestras tradiciones.

Nuestro patrimonio arquitectónico del siglo XVI, materializa el que se pudiera denominar primer estilo mexicano: la sed constructiva de los frailes y las órdenes mendicantes (Agustinos, Franciscanos y Dominicos) con la mano de obra indígena, produjeron una obra verdaderamente propia que trascendió forjando significativamente nuestra identidad. Los arquitectos regresamos y recurrimos reiterativamente a estas arquitecturas del pasado en una especie de “ejercicio nutricional”. En los conventos del siglo XVI, se percibe clara y perfectamente cómo era la forma de vida -casi se pueden ver a los frailes evangelizando en las capillas abiertas- y así, la arquitectura es reflejo inevitable de cómo vivimos.

El reconocimiento mundial de nuestra arquitectura tiene este fuerte buqué, pero el prestigio persiste hasta nuestro tiempo. Esta condición difícilmente descriptible de nuestra mexicanidad es el común denominador ostensible y predominante de nuestra arquitectura más apreciada.

JVdM